Dos, tres, minutos de retraso...

“A lo que acabamos de asistir ahora mismo es a un claro caso, diáfano, ejemplar, de una enfermedad contemporánea de la cual ninguno de nosotros, ninguno, ninguno en absoluto, puede declararse a salvo. (pausa larga) Se trata, los más avispados ya sabreis a qué me vengo a referir, de la falta de compromiso. De la falta de compromiso con el bien común, con la sociedad, con la gente, con los demás… Pero sobre todo con nosotros mismos. La falta de compromiso con uno mismo. Que es, en el fondo, a lo único a lo que nos podemos asir. (pausa) Es una palabra fuera de moda, ¿no? “Compromiso”. Es un concepto devaluado. Un valor arcaico. No es una palabra que suela aparecer en los panfletos que todos leemos para pasar el rato, ¿verdad? Me parece que no descubro nada, no me van a dar ningún premio Nobel, si os digo que vivimos tiempos difíciles para el compromiso. (pausa) Hoy ha sido nuestro compañero el que no ha estado a la altura de su palabra dada; pero, y eso de ninguna manera le exime de responsabilidad, no, digo que ese es un virus del que hace mucho tiempo todos estamos afectados. (pausa) “Compromiso”. (pausa) Nuestro compañero tenía un compromiso. Y no ha podido asumirlo. Como también nos pasa a nosotros, su cabeza estaba sumida en tantas distracciones, tantas puertas entreabiertas, que no ha sabido priorizar, no ha sabido colocar, por encima de cualquier tipo de pasatiempo, su primer y último deber para con la comunidad, para consigo mismo. Debía hacer acto de presencia en una hora señalada, una hora concreta, fijada por todos nosotros; y eso, esa minucia, ese pequeño detalle, aparentemente anecdótico, pero esencial, le ha venido grande. (pausa) ¿Y por qué para mi que venga o no venga a la hora estipulada se convierte en un detalle esencial? (pausa) Porque en el momento en el que nos obliga a nosotros, que hemos cumplido con nuestro deber, que hemos hecho lo que debíamos hacer, en el momento en el que nos obliga a esperarle dos, tres minutos, la cantidad es lo de menos, lo importante es el valor simbólico, y somos suficientemente maduros como para ya haber aprendido que en el símbolo es donde reside la verdad absoluta de las cosas, pues en el momento en que nos hace esperar dos o tres minutos, y nos roba de nuestro tiempo, de nuestra vida, esos dos o tres minutos, a nosotros, que vivimos en los mismos tiempos confusos que él, que debemos hacer el esfuerzo cada dia, cada hora, de apartar las banalidades de nuestra mente y focalizar, y recordar nuestra verdadera obligación, pues en el momento en que nos los roba, esos dos, tres minutos, en ese momento, en ese mismo momento, nuestro compañero está actuando como si fuera él más importante que nosotros. (pausa) Como si su tiempo pesara más en la balanza de la vida que el nuestro. (pausa) Y en el momento, y es aquí donde quiero ir a parar, en el momento en que él considera que su tiempo, su vida, se situa por encima de la nuestra, no solo nos está faltando el respeto(“respeto”, otra palabra anacrónica, en desuso, pero de eso ya hablaremos en otro momento) pues en el momento en el que él actúa, más allá de sus pensamientos y sus creencias, porque no creo que tenga que convencer a nadie de que los actos son la verdadera definición de una persona y no sus pensamientos o sus creencias, eso no es algo que vaya a argumentar aquí, no lo veo necesario, pues en el momento, iba diciendo, en que él actúa como si su tiempo, su vida, estuviera por encima de la nuestra en el fondo, y él lo sabe, no nos está faltando tanto el respeto a nosotros como a si mismo. Y sé que sabeis bien a lo que me refiero. (pausa) No solo porque la valía de una persona se mide por el valor de su palabra. Y una persona que falla a su palabra, que dice: “Sí. Acepto mi compromiso de llegar a las diez de la mañana al lugar estipulado.” Y se permite el lujo de aparecer dos, tres, minutos tarde, ha traicionado su bien más preciado, ha traicionado lo que le sostiene como persona, lo que le diferencia de un animal. Pero insisto en que no es unicamente por eso. Eso es lo de menos. Eso es anecdótico. La gravedad del asunto, lo que quiero que comprendamos todos, lo que es necesario que asumamos y se merece esta reflexión, se merece que le dediquemos un tiempo, y que presteis atención total a lo que aquí acaba de acontecer, la gravedad del asunto reside en que alguien que actúa como si su tiempo fuera más valioso que el tiempo de sus iguales, de seres humanos como él, es alguien que no le tiene respeto al ser humano. (pausa) Al ser humano. (pausa) Lo cual es paradójico, porque nuestro compañero es un ser humano. Quiera o no, sea su vocación ser un ser humano o ser otra cosa, un ser animal, un ser mineral, tanto da, porque Dios ya lo ha decidido: Dios le ha hecho un ser humano. No tiene otra opción. (pausa) Así que si nuestro compañero no valora al ser humano es que no se valora a si mismo. (pausa) Y si no nos valoramos a nosotros mismos, entonces tenemos un serio problema. (pausa larga) Esto es todo. (pausa larga) Esto es todo lo que quería que comprendieseis. (pausa) Ahora ya podemos hacer lo que hemos venido aquí a hacer.”



Feliz 2008, Cacamoscas.

A mis amigos Quijotes



Pensando en un amigo Quijote me he encontrado con este fragmento de un texto que escribí hace tiempo. No acaba de encajar con la situación actual, pero algo de lo que le intento decir está en estas palabras.

“no puede ser que te estés metiendo constantemente en movidas… Tú puedes hacer lo que te dé la puta gana y pasártelo bien encima. Osea, vivir de puta madre. Solo te tienes que quitar un par de tonterías de la cabeza. No puede ser que el sistema te esté dando por culo constantemente. Tienes que darle por culo tú a él. Tienes que… Mira, si es que te conozco ya, nos hemos tirado unos cuantos pedos cogidos de la mano ya. Es para darte una buena colleja. Somos catalanes, tío. Nos han enseñado que a un pavo de dos metros así como un armario no se le va y se le dice “Eh, tú, capullo, no me mola tu cara”. Porque te revienta, parece que vayas directamente a suicidarte. Nos han enseñado a ir, sonreirle como de buen rollo, agachar la cabeza y… Cuando se gire, entonces sí, cuando no te ve y esté de espaldas, entonces le abres la cabeza de un machetazo por listo. Y cuando te preguntan, pones esa carita y “yo no he sido”. Pero cuando vas de marrón en marrón y solo tienes tiempo y energía para tapar agujeros es que algo falla.”

O parafraseando a Malcom X: "No le hablas a un alemán en francés, ni a un francés en alemán. Al alemán has de hablarle en alemán, y al francés en francés."



Clar i català.

¿Se te ocurre alguien?

Me piden que sugiera posibles ilustradores para un proyecto editorial. Y hasta aquí puedo leer.

Lo que buscan exactamente es un dibujante que pueda traducir al lenguaje contemporáneo el estilo de las clásicas ilustraciones de novelas juveniles victorianas como las de Charles Dickens.





He estado pensando y estos son los mejores autores que se me han ocurrido para la ocasión. Estoy hablando de, a mi gusto, autorazos:

Por un lado está Juan Berrio. Si has visitado este blog antes o me conoces sabrás de sobra que es el dibujante que se encargó de la parte de animación de nuestro corto-metraje "Dibujo de David". Juan puede ilustrar muy bien la mirada inocente que nunca puede faltar, en mayor o menor medida, en un cuento infantil/juvenil.





También está Santos de Veracruz. Para el que viva en el Polo Norte, es el dibujante que acompaña en sus conciertos a Muchachito Bombo Infierno. Le puede dar muy bien ese rollo barroco y callejero-lumpen del cual la novela victoriana sacaba tanto jugo.





Un autor de espíritu similar al de Santos, pero traducido a la idiosincrasia francesa, es Dave DeCat. Este tío es la bomba, obsesionado con la vida criminal francesa del s.XVIII. Es moderno y antiguo a la vez, lo que le convierte en clásico.







Volviendo a España, por último, se me ocurre Carlos Vermut. Es uno de los dibujantes más camaleónicos en contenido y a la vez nunca pierde su muy particular estilo. Eso es muy bueno para ilustrar textos ajenos.







Así que, si te apetece dedicarme un tiempo de tu ocio en la red y darme tu opinión sobre estos autores o, mejor aún, proponer otros, no solo te deberé una sino que además estarás ayudando en la causa de hacer libros bonitos para chavalillos. Y eso te hará dormir más feliz esta noche.

Feliz navidad.

Big up for Marcus Jr!

"Mi infancia suena a Ennio Morricone.

Mi pre-adolescencia suena a punk radical vasco y a Public Enemy.

En la adolescencia me tocó el grunge. Ya lo comentamos. Nos enseñaron que lo deprimente "molaba". Mi primera cita con una chica fue para ir a ver "Singles" de Cameron Crowe. Imagínate.

Por suerte, poco después llegó el reggae. Que nos mostró como encontrar una luz en la melancolía. Fue lo más parecido que tuvimos a la religión. También nos enseñó a relacionar vida sexual, sentimental y espiritual con el fumeteo, pero eso es otra historia."



El próximo Sábado, 22 de Diciembre, se presenta en la Sala Apolo de Barcelona el sello barcelonés Reggaeland, con un espectáculo a la jamaicana.

Una banda de acompañamiento (backing band), los extraordinarios  Jamdowners, pondrán el ritmo sobre las tablas, y las actuaciones de  Miguel Arraigo, Jah Nattoh, Prince Osito y Maia, la magia necesaria para una noche de roots rock reggae mediterráneo.

El descubrimiento del humor



"¡El yeto, allá, allí! ¡El yeya, allá, etí... ¡El teti, eyá! ¡Eso, el tipo ese! ¡El yeti, eso es! ¡Allá!"

Haddock, Tintín en el Tibet.

Round -3

Es luna llena. Y es enorme. Es grandiosa. Es preciosa. Ya voy borracha. Me había acostumbrado a las Coronitas. Las Coronitas me gustan bastante. Pero luego descubrí la Desperado. La Desperado es prácticamente igual, ¿no? Es cerveza de esa clara, no sé exactamente como se llama, cerveza blanca, o suave, no sé, vaya… Pero la Desperado además tiene un algo de tequila. Eso es un triunfazo. A mí me gustaba antes tomar Coronita y luego Tequila, pasar de una a otra. Ahora con la Desperado mato dos pájaros de un tiro. Me gusta emborracharme así. Sola, en casa, jugando. Lo hacía cuando era una niña. Y lo sigo haciendo ahora. Me pongo a bailar y me miro al espejo y así me pueden pasar horas. No me doy cuenta del tiempo. Una chica de la compañía me comentaba que, a sus cuarenta años, eso es lo único que sigue haciendo y que no ha dejado de hacer desde que es una cria. Bailar sola y mirarse al espejo. Lo digo siempre, me llaman la atención porque siempre lo comparo todo con la danza, pero esto debo decirlo de nuevo: Bailar es la manera, es mi manera, de no crecer nunca. Guillaume no aparece desde ayer por la noche. Me fui a cenar con la gente de la compañía y cuando volví a casa, super pronto, él ya no estaba. Antes eso me molestaba, cuando se iba sin avisar y no volvía en dias, hasta que se le iba la pájara. Me ponía de los nervios, me sentía sola y vacía. Ahora, quiero decir hoy, no es que me dé igual. Es que se lo agradezco. Hoy me lo he pasado muy bien, y no he visto a nadie. Me he hecho la comida. Un poco de seitán estofado y una crema de calabacín. El secreto es el jengibre, ese es el secreto. Me he fumado un cigarro viendo una peli de asesinos y abogados en la tele, sale ese actor que sale en todas y que hacía de presidente en la de los marcianos. Le dobla el mismo que dobla al poli de CSI… Bueno, luego me he dormido en la primera tanda de anuncios, y cuando me he despertado me he empezado a masturbar antes de abrir los ojos. Ha sido una muy buena paja. Me doy un nueve. Y, luego, sin ducharme ni lavarme el chumino me he puesto a beber y a bailar. Y ahora, esta luna redonda como una bola de homeopatía. ¿Qué más quiero? La luna se merece otra cerveza.



Oigo abrirse la puerta y aparece Guillaume. Viene con un chaval que sonríe con incomodidad. Es lo que se llama un corte de rollo, pero no digo nada de buenas a primeras. Guillaume me lo presenta, me dice el nombre pero lo olvido justo en el momento en que me lo dice. Por la manera en como me lo presenta lo comprendo todo. Solo de ponerme en situación me da una pereza enorme. Guillaume me da a entender que yo sabía que teníamos esta cita, que lo habíamos hablado y habíamos concertado esta noche. Yo no lo recuerdo. Pero es posible que me haya olvidado. Da igual, de pronto, ahora, lo único que me apetece es meterme en la cama, esconderme bajo las sábanas y dormir.

Mientras Guillaume y el chaval de boca tensa se hacen unas rayas en la mesa del comedor yo miro por la ventana y veo como el viento mueve los árboles de enfrente, se puede escuchar a los adolescentes punkies que se encuentran y hacen sus escandalosos ritos de apareamiento, y algún desgraciado ha pintado una esvástica en la pared de la calle de enfrente. Las gaviotas vuelan bajo y gritan. Guillaume ha puesto el CD de este tipo de ocasiones, y él y el chaval de la boca tensa siguen hablando, me ofrecen una de las rayas y abro tres cervezas más, una para cada. La Desperado no es muy barata y en el fondo me jode tener que invitar a alguien que no conozco y que en el fondo no la va a apreciar como yo lo hago. Guillaume me mira con picardía y me sonríe mientras sigue hablando sin parar con el chico. Su mirada me pide mi aprobación. Le respondo, muda, que debería haberme avisado, que debería haberme pedido permiso. Me responde que si quiero, se marchan y ya está, lo dejamos aquí. Vuelvo a mirar al chaval de boca tensa y luego a Guillaume. Pego un trago. Me veo reflejada en el cristal de la ventana, me siento guapa. Está bien. Démosle una oportunidad.
Guillaume se levanta y se sienta a mi lado. Me quita la botella de cerveza y empieza a besarme. Aunque cierro los ojos, sé que el chaval de boca tensa está en el sofá de enfrente, observándonos. Guillaume me levanta la camiseta y pone su mano sobre mis pechos. Me empieza a morder el cuello, le siento más mecánico que otra cosa, está bastante puesto y no creo que… Bueno, lo que siempre le pasa cuando se ha metido más lomas de la cuenta. Baja la mano hasta mi chumino y con la otra llama al chaval de la boca tensa, que se sienta a su lado y se empiezan a besar. Recuerdo cuando al poco de conocerle, a Guillaume, digo, nos liamos con su amigo Patrice, qué bueno, Patrice, sí. Aquella vez fue la primera vez que lo hicimos con otra persona. Y, con diferencia, fue la más divertida. Fue muy potente. Estábamos en un hotel en Toulouse, habíamos ido a pasar unos días aprovechando un bolo. Nos habíamos comido un par de éxtasis entre los tres, y habíamos subido en pelotas por el hotel a la piscina que había en la terraza, en plena noche. Nos tiramos y nos pegamos un buen chapuzón. Era pleno invierno, y el agua helada nos congelaba, pero nos quedábamos en la piscina a ver quien aguantaba más. Me gustaba mirar el cuerpo de Patrice, extraño, casi infantil, pelirrojo, lleno de pecas por todos lados. Sonreía como un niño, como el niño pelirrojo de Parchís. ¿Te acuerdas de los Parchís? Mi hermana mayor tenía los discos. ¿Te acuerdas del niño pelirrojo? Era un niño guapísimo. Bueno, de la piscina nos fuimos corriendo otra vez de vuelta a la habitación, y allí nos pegamos una ducha los tres. Teniendo a los cuerpos desnudos de ambos tan cerca me puse, imagínatelo, muy cachonda, y recuerdo que miré a Guillaume como pidiendo su permiso mientras cogía la polla de Patrice y la acariciaba. Follamos los tres en la ducha. Follamos muy bien. Luego fuimos a la cama. Hubo un momento en que me aparté del juego y me senté en la repisa de la ventana, encogida por el frio, satisfecha. Contemplaba a Patrice penetrar a Guillaume. Y me gustaba. Apenas llevaba dos meses con Guillaume, no le conocía mucho, pero me fascinaba. Ya sabes como soy cuando comienzo una relación. Cagan y digo que es oro. Estaba totalmente entregada a él. Me gustaba su impetuosidad, su capacidad de sorprenderme siempre, esa sensación de estar perdido en un universo interior que nadie más conoce, esa mirada viciosa y loca que me ponía y me daba miedo a partes iguales. Me gustaba su cuerpo grande, enjuto y fuerte, ese aire que siempre le envolvía, y le envuelve aún, de nervio a punto de estallar. Me sentía protegida por él, le veía como un gigante bajo cuya sombra me podía cobijar, un techo que me iba a resguardar de cualquier peligro. No es el típico que te coge la mano para cruzar la calle como si fueras una niña, no le hace falta. ¿Sabes que a la semana de conocerle, en una fiesta, tuve que separarle porque se lió de hostias con un pobre capullo que solo me había tocado el culo? Yo alucinaba, parecía un tipo sacado de otra época. Sus historias de la guerra, su gesto como de foto antigua. Su silencio. Había un punto en el que me recordaba a las fotos antiguas que había visto de mi abuelo. Y en ese momento, viendole follar con otro hombre ante mi, después de que me hubiera corrido sintiendo los cuerpos de los dos penetrarme, después de que ellos se hubieran corrido sobre mis pechos… En ese momento, qué quieres que te diga, me dio la risa. Me puse a reir, aunque procuré que no me escucharan. Pero no me reía porque la escena me hiciera gracia, o me pareciera ridícula, vaya, que podía serlo. No. Me reía, sencillamente, porque estaba a gusto.



De golpe, dejo de abstraerme en mis pensamientos y me doy cuenta de que estoy desnuda. Que Guillaume también, y está con la cabeza entre mis piernas, comiendome el coño, con la otra mano masturba al chaval de la boca tensa, quien me está morreando con su lengua mientras me manosea los pechos. Me siento seca. Aunque parezca un chiste, me duele la cabeza y no me hace ni puta gracia. Estoy demasiado borracha. He oido este CD mil veces y esta es la canción que menos soporto, es como un taladro, es abusiva. Mi chumino no quiere molestias, se me cierran los labios con saña y se está agobiando solo de pensar que dentro de poco la cosa va a pasar a mayores. No sé si estoy tendida o sentada, pero el hecho es que quiero levantarme. No sé como incorporarme y salir de esta sin hacer una escena molesta, sin tener malos rollos, pero ¿sabes qué? A la mierda. Yo me voy. Me levanto y me enciendo un cigarro. El cigarro es la señal más gráfica. No les veo y no les quiero mirar, no quiero saber como están ni que hacen. Quiero estar sola. Les digo que me voy al lavabo. Guillaume me sigue y me insiste, me presiona de esa manera tan infantil que tiene de hacerlo que es como si se engañara a si mismo y esperara engañarte a ti también y hacerte creer que no te está presionando cuando es obvio que lo único que intenta es hacerte sentir culpable y que te sometas a él y hagas lo que se supone que él quiere que hagas. Le pido que no me toque y que me deje sola, que quiero estar sola. Me encierro en el lavabo y me pierdo entre calada y calada. Me miro en el espejo. Me veo pequeña, muy pequeña. Oigo como, afuera, Guillaume habla con el chaval de la boca tensa, no sé qué coño dicen, hacen como si nada hubiera pasado, ponen tonos de voz conciliadores. Guillaume, sus pies, acompañan al otro y le llevan a la puerta. Se despiden. Un silencio. De golpe, Guillaume da un par de patadas a la puerta. Me grita, me dice que ya me vale, que habíamos quedado en que esta noche íbamos a jugar, y que le he hecho quedar en ridículo. Oigo como sus pasos vuelven a la cocina. Yo me acabo el cigarro. Me levanto y voy a la bañera, abro el paso del agua. Solo me va a cambiar el humor esta noche una buena bañera. Y que me dejen en paz. De nuevo, Guillaume vuelve a la puerta. Ahora la golpea con más rabia. Me grita que le abra, que dé la cara, que quien me he creido que soy, que le eche huevos a la cosa y le diga cual es mi puto problema. ¿Cuál es mi problema? Joder, está hasta el culo de farlopa, histérico, no le veo la cara pero me la imagino, los ojos desorbitados, los pómulos arrancándole la piel por momentos, la mandíbula desencajada, sudando sucio. Y me pregunta a mi cual es mi problema. Abro la puerta del báter para que deje de golpearla y entonces me golpea a mí.



Dos pasos para atrás. Me encojo y me tapo la cara con la mano. El agua del grifo de la bañera sigue saliendo a presión. Guillaume ha vuelto al salón renegando, murmura algo para sí. No entiendo otra cosa que “coño, la puta, quien se ha creido, encima que yo…”. Me duele la nariz. Me ha golpeado en la nariz. Me ha golpeado fuerte en la nariz. Pero tampoco me sale sangre. Pero da igual. Me jode mogollón, me jode mogollón que me tenga que poner la mano encima. No lo entiendo. Es la última vez. Esta vez le reviento. Me levanto y salgo del cuarto de baño y corro hacia él, que no me ve, que está de espaldas, cojo el palo de la fregona y le doy bien fuerte en la espalda. Guillaume se gira. Yo me protejo con el palo, y le grito, estoy histérica, estoy que mato a alguien, le grito que es la última vez que me toca, que yo soy yo, que no soy… Pero Guillaume me coge el palo de la fregona, me lo quita de las manos y me empuja, tirándome con fuerza al suelo. Me está gritando. No entiendo lo que me dice. Es como si hablara en otro idioma, o cuando coges un disco y lo pones al revés. Coge la botella que estaba bebiendo y me la tira encima. Bueno, al lado. Me la tira al lado. Y yo escondo la cabeza y la botella estalla y todos los pequeños trocitos de cristal salen volando, y entonces me acuerdo de que estoy desnuda. Y espero que no me haya cortado. Y Guillaume también está desnudo, y espero que él no se haya cortado. Y Guillaume sigue tirándome cosas, libros, vasos, muebles pequeños. Sigue tirándolos al lado mio, que es peor que tirarlos encima mio. Y sigue gritando. Y de golpe, ya no oigo nada. Sus pasos, y como tela, como si se pusiera ropa, y la puerta de la calle que se cierra de un portazo. Y luego, algo que podría ser silencio si no fuera porque del grifo de la bañera sigue brotando agua. Y ya sabes el ruido tan feo que hace eso. Levanto la vista. Y creo que no estoy llorando. No, no estoy llorando. Me levanto, con cuidado de no pisar ni tocar nada roto que me pueda herir. Miro a mi alrededor, no parece que hayan pasado dos minutos. No puede ser que en tan poco tiempo la casa haya cambiado tanto. Paso por encima de los restos de la batalla, con sumo cuidado. Y me acerco hasta el cuarto de baño, que está inundado de agua. Cierro el grifo de la bañera.

Tenía ganas de estar sola en casa. Pero ahora esta casa me escupe, no me quiere. Así que cojo algo de ropa, me lavo la cara, me arreglo. Me miro al espejo y sonrío. It’s show time!







Ilustraciones fusiladas a Blanquet.

Omega Dog





Me gustan las mujeres que te llevan al Rastro, para perderos entre hierros oxidados y postales antiguas

que conducen una moto, de vientre firme al que agarrarse, con las que pasar un control de alcoholemia

que llaman a las tantas de la madrugada, sin nada que decir, como cuando tenías quince años

que convencen al camarero para que les rebaje 50 céntimos de la bolsa de patatas fritas

de manos temblorosas a la hora de leer un poema delante de un montón de sevillanos en un cortijo congelado y perdido entre la nada

que piden sexo en medio de una conversación espesa, haciéndote tragar saliva

que te preguntan cuantas amantes tienes mientras te absorben con el coño

que llegan al parque infantil justo en el momento en que el cielo os embadurna con su luz naranja

que te enseñan fotos de cuando eran gordas

que corren con todas sus fuerzas por el Eixample con una perra del tamaño de un caballo a las 5 de la madrugada

que leen revistas del corazón y ven teleseries yankis de adolescentes

que se protegen y son cálidas

que tienen la mirada de quien tiene las cosas claras

que tienen la mirada de quien se siente solo como un pozo sin fondo

que tienen la mirada cómica de quien ha decidido tener valor

que sonríen condescendientes y te dicen:

"No. No te gustamos. Lo que te pasa es que nos necesitas."




Tengo luz para dar y regalar





Recuerda el objeto que vimos, alma mía,
aquella bella mañana de verano tan dulce:
al torcer de un sendero una carroña infame
sobre una cama sembrada de guijarros,


las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos,
abría de una manera descuidada y cínica
su vientre lleno de exhalaciones.


El sol brillaba sobre esta podredumbre,
como para cocerla a punto,
y de rendir al céntuplo a la gran Naturaleza
todo esto que al mismo tiempo había unido.


Y el cielo miraba el esqueleto soberbio
como una flor abrirse.
El hedor era tan fuerte, que en la hierba
te creíste desmayar.


Las moscas zumbaban sobre este vientre pútrido,
de donde salían negros batallones
de larvas, que se deslizaban como un espeso líquido
a lo largo de estos viventes harapos.


Todo aquello descendía, subía como una ola,
o se lanzaba chispeante;
se habría dicho que el cuerpo, hinchado de un aliento vago,
vivía multiplicándose.


Y este mundo comportaba una extraña música,
como el agua corriente y el viento,
o el grano que un aventador de un movimiento rítmico
agita y devuelve a su harnero.


Y las formas se borraban y sólo eran un sueño,
un esbozo lento en venir,
sobre la tela olvidada, y que el artista acaba
solamente para el recuerdo.


Detrás de las rocas una perra inquieta
nos miraba con aire enojado,
espiando el momento de recuperar del esqueleto
el trozo que había abandonado.


_Y, por tanto, tú eres parecida a esta porquería,
a esta horrible infección,
estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión.


¡Sí! tal serás, oh, reina de las gracias,
despues de los últimos sacramentos,
cuando irás bajo la hierba y las floraciones grasas,
a enmohecer entre las osamentas.


Entonces, ¡oh, mi belleza! dile al gusano
que te comerá a besos,
que he guardado la forma y la esencia divina
de mis amores descompuestos.

Charles Baudelaire.





Y nunca lo dudes.

Responsabilidad



Ese pedazo de mujer que es Xesca Piñón me prestó el documental ÍNTIMO CASSAVETES; dedicado, como su propio nombre indica, a nuestro bien amado MESIAS. No fue una buena idea el ponérmelo la víspera de una grabación como visionado de antes de dormir. Me dediqué a revolverme en la cama sobrecogido por cada nueva declaración suya o de sus colegas.

Esa noche dormí tres horas.

En uno de los momentos, Lelia Gordoni comenta que, la última vez que ella vio a John Cassavetes le preguntó lo siguiente:

"¿Como es que tu padre te permitió ser actor? ¿No intentó impedírtelo?"

Hay que recordar que el cineasta provenía de una familia de imigrantes pobres.

"Es curioso que me lo comentes-cuenta Lelia que le respondío John-. Yo le dije "No quiero ir a la universidad, quiero ser actor" y él me miró muy seriamente y yo pensé "Oh, Dios, no voy a conseguirlo, no voy a poder ser actor" y él me respondió "Esa es una ocupación muy noble, ¿pero eres consciente del tipo de responsabilidad que conlleva? Vas a tener que ser sincero con la naturaleza humana de cada uno de esos personajes."

Y eso, finaliza Lelia, es lo que hizo en su vida. Le hizo caso a su papá.



Esta anécdota me sirve ahora que mis días como mercenario de la interpretación vuelven a la carga.

Si alguno de los aquí presentes es espectador habitual u ocasional de la susodicha serie, que sepa que a partir del Viernes 21 de Diciembre un servidor estará allí prestando sus servicios en La Teva con la mayor responsabilidad posible.

Y en esta, su casa, se aceptan y alientan los comentarios.



¡Xesca, si lees esto, prometo devolverte el DVD muy muy pronto!

Round 2



• Ext. Calle Casa Julia. Anochecer.

JULIA y GUILLAUME entran en el portal. Cierran la puerta tras ellos.

• Int. Casa JULIA. Dormitorio. Anochecer.

JULIA coge una bolsa y agarra unas cuantas cosas: Ropa, aseo, algún CD…

GUILLAUME entra, lleva un vaso de agua en la mano. Se sienta al borde de la cama. Bebe.

GUILLAUME
(sin soltarle) ¿Te puedo contar algo? (pausa) Es algo que me importa.

JULIA
(sin detenerse) Dime.

GUILLAUME
(bebe) Lo vi en un programa de esos que ponen cuando has acabado de comer, estaba ahí tirado, medio amodorrado y tampoco me enteré bien de lo que decían, pero la cosa era sobre elefantes. Me emocionó, ya ves tú. Es muy simple. (pausa) A los elefantes se les caen los colmillos varias veces en su vida, ¿no?, y luego les vuelven a crecer. Lo sabías, ¿no? Pues a la tercera o la cuarta que se les cae ya no les pueden salir más. No pueden, se acabaron los colmillos. Finito. Y ellos saben qué es la última vez y que sin colmillos no pueden alimentarse. Ellos saben que ahora sólo les queda morir. Lo saben.

GUILLAUME le coge la mano a JULIA, impidiéndola seguir recogiendo.
JULIA
Guillaume, no.

GUILLAUME
Espera, solo un momento. Solo un momento. (acariciándole la mano) (pausa) ¿Entonces qué pueden hacer? (pausa) Entonces van al cementerio de los elefantes. Lo has oído antes, ¿no? El cementerio de elefantes. Ahí es donde están los restos de sus familiares y los de su tribu. Ahí es donde tienen que acabar sus días, rodeados de la gente a la que quieren. En su casa.

GUILLAUME tira de la mano con delicadeza, haciendo que JULIA se siente a su lado.

GUILLAUME
Y todo eso es porque cuando ven que ya no les pueden salir más colmillos es que la cosa ya se acaba. Y no sufren. Tú tampoco sufrirías si supieras cuando te vas a quedar kaput, ¿verdad? Yo no. No sufriría. No tendría este puto miedo, no tendría… (pausa) Pero como no sé cuando, en vez de morir una vez en la vida me muero mil veces cada día. Y por eso cada día tengo que buscar mi cementerio. (pausa) Por eso te necesito cada día.

JULIA
(pausa) Bien.

JULIA se levanta y sigue recogiendo sus cosas.

GUILLAUME la observa. Vuelve a coger el vaso de agua. Bebe.

GUILLAUME mira el vaso, luego a JULIA.
Sin rabia, GUILLAUME tira el vaso al suelo, destrozándolo.

JULIA se asusta y le mira: Ve como GUILLAUME coge un trozo del cristal del suelo y con él se raja el brazo en la zona de la muñeca.

JULIA mira la muñeca de GUILLAUME, que empieza a sangrar.

GUILLAUME
Yo te quiero como a nadie.

JULIA mira a GUILLAUME, sentado sobre la cama, medio mareado, con la sangre manando de su brazo.

JULIA
(pausa) Tú eres imbécil. (coge el teléfono y marca, luego se lo da)

GUILLAUME
Te necesito, Julia.

JULIA
Dales la dirección, que te vas a desangrar.

JULIA coge sus cosas y sale de casa, mientras deja a GUILLAUME sangrando.

JULIA
El móvil te lo puedes quedar, que me estoy quitando.

GUILLAUME
Julia…