Niños con pistolas



Ya mencioné en este blog el último montaje teatral de mis colegas Nao Albet y Marcel Borras. Podéis ves un video sobre la obra aquí

El hecho es que en la función del próximo sábado 16 de este mes de mayo(estamos en el 2009 por si alguien no se aclara), participaré excepcionalmente como actor. Más información aquí.

Pragmatismo



"Estoy haciendo un ejercicio de pragmatismo en mi vida.

Pragmatismo.

Ya me tocaba.

Al final, la vida es fácil. Sólo se trata de comer y dormir, si haces eso bien todo lo demás viene sólo. De verdad, de verdad, todo lo demás es complicarse la vida. Lo que pasa es que para comer y dormir bien debes replantearte toda tu existencia, tus hábitos, de pensamiento, de acción, y eso es muy jodido, eso es difícil, es muy difícil, así que al final volvemos al principio, a que la vida no es fácil.

Por eso hago un ejercicio de pragmatismo: Mi novia tiene dinero para viajar. Yo no tengo, pero mi novia tiene, y a mí me gusta viajar, así que dejo que me invite.

Soy pragmática.

El problema es que luego, en el fondo, no me gusta viajar con ella.

Y no es pragmático viajar con una persona con la que no te gusta viajar, ¿verdad?

Amo a Anita, me encanta, es una persona con la que se me hace profundamente sencillo vivir el día a día, es divertida, es sexy, es resolutiva, es valiente, es dinámica, es generosa, es tranquila, no se anda con chorradas, le gusta hablar lo justo pero la clava, la clava mucho más de lo que a primera vista parece, es perfecta.

Es perfecta para el cotidiano.

Como mi padre. Le pasa lo mismo que a mi padre, y, espera, si alguien espera aquí un ejercicio psicoanalítico flagelador en el que yo ahora me masturbe la culpa diciendo que la raíz de mis problemas con la vida, con los hombres y con las mujeres es una relación frustrante con mi padre, con un padre frío y nunca satisfecho, si alguien espera eso será mejor que cambie sus expectativas porque aquí no lo va a encontrar, ni en coña, pero sí que debo decir que la gente como Anita y como mi padre no saben viajar.

Sí que viajan, Anita y mi padre viajan, pero no viajan de verdad, porque viajar de verdad va más allá de lo resolutivo, viajar de verdad es confrontarte con tu libertad.

Es más sencillo de lo que lo estoy haciendo, ya lo sé.

Estoy en Pokhara, en Nepal, con Anita. Hemos subido a la Pagoda de la Paz Mundial y desde aquí vemos los Anapurnas, las montañas, es precioso, es una sensación impresionante.

Pokhara es maravillosa, la gente es muy curiosa, es, es orgullosa, pero es pacífica, son budistas la mayoría, también hay mucho hindú, pero parece que se llevan bien, y bueno, la verdad es que estamos Anita y yo en una nube, nunca mejor dicho. Pero no sé porqué, cuando subíamos hacia la pagoda, mientras que Anita hacía bromas con un grupo de niñas de uniforme que volvían del colegio y reía con ellas, mientras subíamos, yo me acordaba de ese libro que leí dos o tres veces en mi adolescencia, “Los Vagabundos del Dharma”, de Jack Kerouak, y pensaba que, joder, que seguramente iba a sentir algo, que no es que me fuera a convertir en una Boddisathiva de golpe, pero que, joder, estábamos a punto de llegar a un sitio donde mucha gente va a rezar invocando la paz mundial, mucha gente de todo el mundo va a invocar la paz mundial en la Pagoda de la paz mundial, y están los Himalayas, y el contacto con la naturaleza, con la vida, con la existencia pura, y pensaba que toda esa energía seguro que iba a poder percibirse si cuando llegásemos arriba, cuando llegásemos a la inmensa pagoda, si es que llegábamos suficientemente abiertas, suficientemente conectadas, ¿no?

El hecho es que llegamos arriba del todo, y lo primero que ves al llegar a la Pagoda, aparte de la Pagoda misma, y las escaleras, lo primero que ves es un Buda gigante, enorme, dorado, en posición de loto, meditando, una escultura inmensa probablemente milenaria, construida por unos monjes que han dedicado su vida a la búsqueda de la pureza.

Y me detengo.

Y me quedo mirándolo. Al Buda.

Esperando sentir.

Esperando conectarme.

Pero lo primero que pienso, y no me lo puedo quitar de la cabeza, lo primero que pienso es en lo mucho que la estatua esta de Buda me recuerda al Doraemon.

Al gato cósmico de los dibujos animados de la tele que veía de pequeña en el Club Super 3.

Y entonces miro a Anita, porque se lo quiero decir, miro a Anita, la veo ahí, viendo el Buda gigante como yo, la miro, la miro bien, en silencio…"