La has visto vendiendo sus dibujos otras veces. Se te acerca mientras estás tomando zumo en el Mendizabal con tu amiga y rompe la conversación. Lleva consigo su carpeta, llena de ilustradaciones de paisajes y figuras de señoras que parecen obra de una adolescente. Con su voz de muelle de colchón viejo y esa sonrisa plañidera que se esconde tras la impronta de un rostro ajado y escurrido te pide que le compres uno. Intentas ignorarla. Pero tu amiga no. Ella le compra, y tú, que llevas sangre cristiana aunque te definas como agnóstico, te sientes culpable.
Aunque nadie lo diría, Jofre, el amigo de tu vecino Enrique, el que trabaja en los cines Icària, es adicto al sexo. Aunque no le gusta frecuentar bares de ambiente, en un día puede practicar dos o tres felaciones a desconocidos. Bien se los cruza por la calle y gestiona su acuerdo sexual con una breve mirada, o bien los busca en los lavabos públicos. De todos los sanitarios/puntos de encuentro de Barcelona, su favorito era el aseo de la segunda planta del Corte Inglés de Plaza Catalunya. Hasta que una tarde los seguratas le sacaron de allí practicamente a hostias. Para suerte de Jofre, vivimos en un mundo sostenido por los pilares de la libre competencia. Desde hoy, la FNAC ha ganado un nuevo cliente asiduo.
Con el dinero que ha ganado esta tarde vendiendo sus dibujos, la señora mayor de rostro ajado se dirige a la Zona Cero, que es otro nombre para esa esquina de la calle Robadors con Sant Pau donde los heroinómanos vegetan esperando la nueva remesa. Tú te la cruzas y la ves allí, y te dices que no, que una mujer de su avanzada edad no puede ser consumidora. Ni en broma.
Ethan está en la Ciudad Condal solo unos días. Como tantos otros yankis, intenta vivir al máximo su año Europeo, tras haber acabado la universidad y antes de enfrentarse a la vida laboral. Pero no debería haber fumado de esa marihuana. Hay gente que tiene aguante y hay gente que no. Se tambalea verdoso por el magma humano que rebosa el bar Kentucky, intentando llegar de una pieza al lavabo. Una vez entra, se abraza a la taza del báter y expulsa el Shawarma con queso feta de esta noche mientras gruñe su angustia. Cuando ha evacuado el monstruo que habitaba en su estomago, cuando se siente por fin liberado del peor colocón de su vida, justo entonces, la luz del bar se apaga. Oscuridad total. Por lo visto, ha habido un corto-circuito y la instalación eléctrica ha reventado. Ethan no querría pecar de egocentrismo norteamericano, pero sospecha que, de alguna manera, una cosa tiene que estar conectada con la otra.
Mientras tomas un café en el bar de debajo de tu casa ves entrar apresurada a la señora mayor de rostro ajado, ahora sin la pose amable de vendedora puerta a puerta. Entra directamente en el lavabo y se encierra. Podrías llegar a una rápida conclusión de lo que se dispone a hacer allí dentro, pero prefieres ahorrártelo, no tanto por no pre-juzgar como por pudor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
Mas vale foto que nada
A veces es mejor obviar...
hay barra libre de cripticismo en CACAMOSCALANDIA, amigas!
Nunca digo que no a una barra libre, ajjajja ;)
¿Por qué esa foto tiene color?
¿Al final quién es el malo? ¿La heroinómana? ¿O quizá el dependiente que vendió el shawarma con queso feta?
... audrey, molas, porque esa frase que has dicho ahora mismo es la típica frase que me encanta.
yo trabajé en la segunda planta de el corte inglés, irónicamente se subtitula TODO para el hombre, lo que te podria contar...
Brays, la foto debe de ser de promoción, de ahí supongo viene el color. El malo es siempre el yanki.
Antonio, por favor, cuéntanos algo and don't spare the details
Audrey, sí que molas, ¿os conozco a vos o a Baby Jane?
Vosotros si que molais ;)!!
y no Prisamata, creo que no tengo el gusto de conocerle...
Publicar un comentario