El otro día, viajando en autocar, el Pequeño Gran Cacamosca, que ahora ya tiene siete años, me cogió el IPod y los auriculares y se puso a escuchar música en modo aleatorio a su pedo.
Sentado a su lado, me fijaba en qué canciones le gustaban lo suficiente como para no pasar a la siguiente. Era como un test de mercado con el más desprejuiciado y virgen de los públicos.
Algunas de sus favoritas fueron esta, esta, esta(imagino que las palabrotas ayudaban...), o incluso, sorprendentemente, esta otra.
Claro, el pobre debía buscar música infantil y se encontraba con mi esquizofrénica selección musical.
Y, de golpe, se encontró con este tema:
Esta canción, como charnego hijo del 79 que soy, yo la asocio a mi familia andaluza, a los yonkis que me han rodeado toda la vida, al calorrismo, a la peli de Saura of course, al amor de barriada y a los viajes en coche que hacía con mi madre de pequeño, donde sonaba Manzanita y Serrat.
Pero el Pequeño Gran Cacamosca ponía sonrisa de Matutano mientras la escuchaba y decía sin parar: "¡Toy Story! ¡Toy Story!"
Porque para él esa canción le recordaba a esta otra:
Esto es lo que se llama un trasplante de raíces culturales. A saco.
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