Todos invitados.




Sincroniza tu reloj,

conéctalo a tus ojos,

que cada "tic tac" sea un parpadeo,

un limpia-parabrisas que haga más diáfana la carretera.

Desnuda las orejas,

hagamos entre todos un túnel amplio

de tímpano a tímpano.

Ensanchemos los pulmones,

tanto que quepan dentro

las cuatro estaciones del año.

Dejemos que las hojas caigan por su propio peso,

cuando ya no posterguen su destino

de ser compost.

Lustroso y afilado,

el sable quieto en la cintura;

no nos interesa la épica frenética

que febrilmente excitaba a Bertrand de Born,

por más que saborees

la sangre fresca que guardas en el cielo de la boca.

Anclado en el sexo,

como un fakir que reposa

sobre las brasas,

nota como el viento azota tu piel

y cambia la forma de las dunas.

Esas ondas mudas que bailan

son las huellas de las yemas de tus dedos,

enamoradas del caos,

como los cristales brillantes de colores

de un caleidoscopio.

Han venido aquí para sorprenderte,

es lo que ellas entienden por una fiesta.

Y estamos todos invitados.

1 comentario:

Alba G. dijo...

excelente...como no