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¿Pero tú te has informEEEEo?



Se aproxima,

niño barbudo,

un país suave.

Y que haya que cerrar

las ventanas por la noche,

y apagar el zumbido

de los ventiladores

nos facilitará las cosas.

Amparémonos

en este frío

y plantemos enredaderas

de invierno.








Banda sonora no original.

Todos invitados.




Sincroniza tu reloj,

conéctalo a tus ojos,

que cada "tic tac" sea un parpadeo,

un limpia-parabrisas que haga más diáfana la carretera.

Desnuda las orejas,

hagamos entre todos un túnel amplio

de tímpano a tímpano.

Ensanchemos los pulmones,

tanto que quepan dentro

las cuatro estaciones del año.

Dejemos que las hojas caigan por su propio peso,

cuando ya no posterguen su destino

de ser compost.

Lustroso y afilado,

el sable quieto en la cintura;

no nos interesa la épica frenética

que febrilmente excitaba a Bertrand de Born,

por más que saborees

la sangre fresca que guardas en el cielo de la boca.

Anclado en el sexo,

como un fakir que reposa

sobre las brasas,

nota como el viento azota tu piel

y cambia la forma de las dunas.

Esas ondas mudas que bailan

son las huellas de las yemas de tus dedos,

enamoradas del caos,

como los cristales brillantes de colores

de un caleidoscopio.

Han venido aquí para sorprenderte,

es lo que ellas entienden por una fiesta.

Y estamos todos invitados.

Teen

Suenas como una canción

de la época berlinesa de Lou Reed.

Y yo me siento como un tema punk

de dos minutos y medio.

Descubro que la mejor manera de observarte

es sin que lo percibas.

Como un adolescente que se sube de puntillas a la puerta del vestuario de las chicas

con miedo y excitación por ser descubierto.

Llama ténue,

desde lejos esbozo el guión de sus idas y venidas.

Tal vez encuentre un flanco

desde donde despejar la nube.

Pego la oreja a los raíles

e intento distinguir el rumor.

Adivino una música lejana:

Parece que me llama.




Sentimiento popular.

Daban un telefilme el otro día sobre lo de siempre:

Desencuentros entre chico y chica.

Lo de siempre.

Lugares comunes.

No salía Matthieu Amalric fumando constantemente con sus ojos de sapo sentimental, rodeado de francesas bellas que cantan ópera y de franceses elegantes que fuman tanto como él.

Más bien jóvenes famosos desubicados a los que les roban miles de euros en un burdel,

ex-novias obsesivas,

llamadas intempestivas sollozantes,

ataques de violencia ante las fuerzas del orden,

groupies ambiciosas en conciertos de rock provinciano,

y artistas de performance aficionados a los IPhone y la auto-lesión.

Ya sabes. Lo de siempre.

Por suerte para mí, una tormenta acabó con mi sintonizador de la TDT.

Y fue entonces que entendí lo necesario de una buena alimentación,

y que sólo hay un camino.

Sólo uno.

Que no hay mayor escupitajo a la cara del miedo que amar lo inexplicable.

Que el conductor del Rickshaw espera que le pidas que acelere,

y que cuando lo haces te responde con una sonrisa que dinamita cualquier melodrama.

Tan sólo tengo una pregunta:

¿Era necesario ir a cenar esta noche a un japonés?

Y aún tendría otra más:

¿Lo de siempre?








Premonición

Celebro tu funeral regalándome un día de fiesta.

No creía que estuviera en mi naturaleza el vivir estos duelos.

De hecho, ayer me lo explicaban en un bar de cócteles.

Compadecí a la chica por sufrir cierta muertes.

Y, como si sus palabras hubiesen sido una premonición, veinticuatro horas después me veo obligado a hacerte una visita al tanatorio.

Se despierta mi naturaleza necrófila y brindo por tu cuerpo inerte.

Ahora sí que podremos amarnos.







Fotografía de Lan Dry.

Dicta Dura

El orgullo ha sido como un manto reversible de pinchos.

Seca.

Mudo.



Voz perezosa, enigma vanidoso.

Es hora de destapar el reloj.

El juego del escondite: Descubrámonos para no encontrarnos.



Te intuyo. Como un asesino en el desierto, en duermevela y embozado de hachís.

Prometo romper, en dias alternos, cada página del guión.

Solo los niños valientes se atreven a entrar en el castell misteriós.

Sonámbulo, me he despertado con una regadera en una mano y una lupa en la otra.

¿Qué le voy a hacer? Estoy aquí para descubrir especies nuevas.



Es muy fácil: Primero arranca una página, cualquier página. Luego cógela de un extremo y del otro con ambas manos. Ahora estira con fuerza.

¿Ves?










Fotografías de Stephen Bergman.

Copiar y mentir




Me encanta despojarme.

Quitar capas de la madera que he robado del tiesto hasta que tengo las uñas negras.

Cuando hubo silencio en el bar, mi prima lo comprendió todo. Por suerte no llevaba el móvil encima y no vino nadie más.

Quiero vivir en una sauna que escupa mis toxinas constantemente. Y pegarme duchas de agua fria cada diez minutos para que mis poros de vuelvan musculosos como los actores de un peplum.

En el desagüe de Las Ramblas, A. hace proselitismo del valor de la mentira y la copia.

A. es un escéptico, seguramente en el fondo por romanticismo. Pero en algo me convence.

Copiar y mentir es una gran manera de despojarte de ti mismo.


Y tres. (lisergia de mayo)

Me siento Diga Diga Do por decisión inapelable y democrática.



Ocho de la tarde: Euforia cantarina. Mis vecinos ya la conocen.



Nueve de la noche: Sorna de macho alfa. Narciso en el trono.



Diez de la noche: Más euforia. El descontrol enseña la patita, con voz de clara de huevo. Nocilla para el ego: Se desborda el pan de crema de chocolate bicolor.



Medianoche: Viaje por las arenas movedizas del pecho. Denso paseo en barca con Caronte. Estaba mirando para otro lado. Me cuesta escuchar.



Tres de la madrugada: Me he quedado blando. Siento los músculos desplazados de lugar. Pero no estoy triste, aunque no soporto el silencio.



Diez de la mañana: Resaca. Iluminación serena. Pero sigo con hambre.



Voy a tener que nadar y escribir mucho para quemar toda esta purpurina que llevo en la sangre.

No pienso mover un músculo hasta que estos no recuperen su posición original.











Collages de William L Philyaw.

Especialmente



Esto va por los funcionarios y funcionarias del Ministerio de Hacienda del Gobierno de España.

Pero especialmente para vosotras.

Maternales, poderosas, condescendientes y cariñosas, de comida en casa al mediodía frente a la tele, de padres gruñones de la post-guerra y de merchandising del Che Guevara en la sala de estar.

De cena con las amigas el viernes por la noche y pendientes imposibles.

Sin ironía:

Me encanta haceros una visita en dias nublados.

Hombre Guapo 2

No pude hacer fotos. Tengo la cámara estropeada.





Guardo restos de purpurina en el suelo y las sábanas.

Un tropiezo en plena Rambla del Rawal, tres o cuatro montañas en la mejilla izquierda, una luna llena negra en el hombro derecho y niñas oscuras y enormes como planetas en forma de interrogante.

La arena se hace barro con el agua, por eso también conservo una laguna movediza en el pecho.





Un hombre guapo, rotundamente guapo, saluda al dia solo, en mi casa. Yo no estaré allí para descorchar el champán; pero le he dejado zumo de pera fresco en la nevera.

Sé que estás ahí.

Loba tres veces loba, estrella de las tetas grandes, nómada traviesa, Mike Tyson desatado, contrincante indeciso, príncipe del norte, tipo duro con botas y gabardina de Caperucita.

Espejismo de granito.

Ha sido un placer jugar a ablandarnos.





Hazme de tu equipo, muévete un poco para que mi olfato te siga el rastro, no dés nada por hecho, no arranques ni el pelo de una raíz.





No voy a pelearme ni con la brújula ni con el reloj.

We've got what we've got.

Yo sólo sé que los pendientes de perla empezaron a gustarme en la primavera del 2008.

Hombre guapo


Blanco.

Blanco hasta las estalactitas.

Duro.

¿Leo una película de Liv Ullman en tus ojos o es un espejismo más a causa de mi empacho de arena?

No tenemos tiempo.



Me duele la cabeza de tus tirones de pelo. Marilyn, despeinada y roja; tienes ganas de pelea. Y a mi me has puesto blando como un saco de boxeo.

Me he visto forzado a pedir fiesta y re-evaluar la situación.

Tengo un amigo que se ha ido a pasear por Mipanas para poder coger distancia. Creo que voy a pedirle un hueco en su casa sin techo.

No hice una tregua para encontrarme con alguien como tú.


Blanco.

Blanco hasta el techo de la cueva.

Me has enseñado tu mano y he tenido que descartar un par de cartas y coger un par del montón al azar para continuar la partida.

Porque a estas alturas me tienen que echar del casino, no lo dudes.

O mejor, dúdalo.

Wishful. Sinful.

No tenemos tiempo.

Y si me declaré en huelga fue para quedarme en blanco.

Blanco.



Apenas una mancha de tinta, del sudor de tu espalda. Una mota en un lienzo recién desprecintado.

Y si mi apunté al paro fue por los cursillos para quedarse en blanco.

No tenemos tiempo para que te exprima.

Y blancos nos quedaremos.















(fotografías de Mark Wallace)

El decalogo de esta primavera

"Nunca estuve en Italia. Así que tuve que dedicarle una canción para poder conocerla."

Boris Vian.



I

La culpa es un sapo vanidoso.


II

Cada instante brota un giro hecho expresamente para cambiar irremediablemente el instante anterior.



III

Gracias a las mentiras, he dejado de comprenderlo todo.



IV

De vez en cuando hago inventario de las puertas que he abierto durante el dia y de cuantas siguen abiertas.

Lo importante es que haya corriente. Lo importante es que no se aposenten los humores de los restos de la fruta del licuado de ayer.


V

¿Como le explicas el significado del "cero" a tu hijo?



VI

Todo el mundo pide que jueguen al poker con sus cartas.

Es tan bueno saber decir "juego" como "no juego".



VII

¿Quién es más egoista?

¿Quien da mucho y pide mucho?

¿O quien no da mucho y no pide mucho?



VIII

Los vecinos de arriba van por un lado.

Los vecinos de abajo van por otro.

Oye, mientras todos paguen los recibos de la comunidad yo no me meto.



IX

Por cierto, a veces de marcar tanto tus cartas te llegas a creer que es que salieron así de fábrica.



X

Estoy absolutamente convencido de que si gozas de la paciencia suficiente, puedes ver salir por voluntad propia al tapón de corcho de una botella de champán.

La cuestión es que él se aburra antes que tú.







Ilustraciones de Dan McCarthy.

23-II-08, 23:05

Me mira y me sonríe sin mover la boca.

A veces tiene el aspecto de una difunta estrella del pop; otras de un báquico y excesivo cantante francés; de un cineasta iluminado, paternal y auto-suficiente; de un fotógrafo ex-heroinómano, de cuerpo enjuto vestido en tinta china; de actor ex-marine siempre desnudo; de ave Fénix con un ojo de cada color; de barbero almeriense árbitro de fútbol en los ratos libres.

A veces se parece a mí. Solo un poco.

A veces ni siquiera tiene cara ni cuerpo.

Pero me mira. Y sonríe sin mover la boca.



Está solo, aún cuando está rodeado de gente. Lo sabe y no le importa ya. Es un compromiso que tomó hace tiempo.

Se apoya en una baranda, en un puente, y mira al río, ahí abajo.

Me entiende, me acepta compasivo y admirado a la vez. No hace falta decir nada.

A su lado siento que todo irá bien. Pero no es condescendiente. Me avisa de los peligros de permitir que mis demonios salpiquen afuera. Me recuerda que el fuego quema, pero se debe mantener siempre viva la fragua si lo que uno busca es fundir el metal. Que en la frontera es donde nos alimentamos, pero la frontera castiga y uno debe protegerse. Que, sin elegancia, dejan de sostenerse todas las convicciones. Que no hay tacto como el de la seda, pero es frágil y pide suavidad. Que no nos podemos cautivar si no es de la magia. Que hay pozos secos que ninguna mirada ajena puede humedecer. Que nadie ha preparado un lugar para mí, y deberá crearse con mis propios pasos. Que un dia sin oración es un dia perdido. Y que siempre ha estado y estará a mi lado.

Él ya no se castiga ni se exige, pero no deja de trabajar. Es generoso y desecha las malas hierbas antes de lanzar sus semillas. Es presumido pero no le gusta engañar a nadie. Ama constantemente pero no se aferra a nada. Observa sus compulsiones pero siempre mantiene, como mínimo, un pie en la tierra. Se sabe uno más, pero eso no es coartada para nada. Su respuesta a la mediocridad es la ternura. Está preparado, hoy también, para perder el equilibrio una vez más si eso es lo que toca. Conoce el peso de las cosas, incluido el de la frivolidad.



Me apoyo en la baranda, imitándole, y miro abajo, al río.

El agua sonríe, también.

Balance de Cuentas



Te necesito. Y me olvido cada siete días de lo mucho que te necesito. Más que a nadie, más que al desorden. Intimamente, apenas con la radio puesta y poco más, es contigo cuando siento que el universo me acepta. Y ya sabes, tú lo sabes, lo mucho que eso me puede torturar. You know, this is my dream-room. Mirando el mundo con la boca abierta y arena del desierto en un recoveco de la boca, como Nick Cage en Raising Arizona, y al fondo una chica rubia monta a caballo. The white horse. Déjalo que baje, que baje, descárgalo, confia y quiérete. Ya has pasado el examen, ahora vuela, por todos tus Muertos, por todas tus Muertes. Me quedan catorce parricidios mas. Catorce catarsis, catorce oportunidades para saltar. Turn on, tune in and drop out. And if you wanna ride, go ride the white horse. El ermitaño de la cabaña llama, y llama. Y le grito pero no me oye, porque el viento aleja mi voz. A prendre pel cul. Debo acompañarle en su cabaña, le regalo mis Ray-Ban si hace falta, un rato, aunque sea solo un rato. Se rompe la cáscara. El blanco se resquebraja y el negro ocupa su posición como tela de araña. Te necesito. Y me olvido cada tres horas de que tú nunca te escapas. Pero pides. Claro, pides como todos, como todo. Pero das. Pides. Pero das. Omar me acompaña. Omar sabe de lo que hablo. Conque me entienda él, ahora mismo, tengo suficiente. Jerarquías y gallinas sin cabeza que suben y bajan escaleras, el reloj marca la hora de ejercitar el humor. Por eso te necesito. Cuando te llevo en la piel, se me despierta el humor. Tengo el traje de neopreno y la escafandra, solo hace falta que te abras de piernas. Y una bonita postal de cumpleaños para el maestro del "swagger walking". Cuando te llevo en la piel, te digo, por encima o por debajo de otros sudores, cuando te llevo en la piel sé que Jerry Lewis tenía razón. Y me siento un hombre. Dios bendito, que alguien me recuerde que es cuando te llevo en la piel que verdaderamente me siento un hombre. Y lo demás, por ir a un lugar común, es vanidad. Y, ya que hacemos un tour de clásicos de ayer y de hoy, la felicidad es para el que la conquista. Te necesito. Y eso no quiere decir que no me guste mirar video-clips de Abba en un bar de Vilanova del Camí, o que no disfrute yendo a visitar a mi zapatero, ese que tiene las fotos de los peces enormes que ha pescado enmarcadas tras su mostrador. Y no me creo que se haya roto la foto; y si se ha roto es porque la movías de sitio, tal vez para esconderla; y si se ha roto sin que la tocaras entonces ya es peor porque el símbolo toma aún más poder. Por cierto, ¿te he dicho que me sacan de quicio las gallinas sin cabeza? Y, de verdad, en principio rechazo la violencia, ¿pero puede alguien decapitar a la rubia rapera del anuncio de Iberia? Por cierto, Nick Cage es un gran respirador. I have to say that again, Nick Cage es un gran respirador. Y Omar lo sabe. Catorce huevos que se rompen, catorce embriones. Catorce puertas para limpiar la mirada. Y no sé si Alicia Keys es muy hortera, pero puede ser una buena ocasión. Una despedida. Un heroinómano en una bañera. Serge Gainsbourg escribiéndole una canción sobre felaciones a France Gall sin que ella se de cuenta. El reloj marca la hora de ejercitar la paciencia. Y por eso te necesito, porque contigo, al menos en el momento en que estoy contigo, las agujas del reloj dejan de ser aguijones. A menos que quieras dejar el casco de la moto y las dos maletas en mi casa, entonces sera otro tema. Porque te entiendo. Y como te entiendo me das miedo, con tu voz perezosa. Y, y esto es inútil que te lo diga, no todos los aullidos son palabra sagrada. Y en demasiadas ocasiones los figurantes, los extras, se apropian del rol protagonista más de la cuenta. El ermitaño de la cabaña insiste. Ahora voy. Vale. Tan solo una canción más de Alicia Keys, espera a los bises. Son unos bises largos, vale, pero son unos bises. Y luego voy. Sí. Lo he decidido. Luego voy a la cabaña. Catorce. Catorce caricias más. Y compasión para las gallinas. Y tú, tú a mi lado, antes, después, como bien sabe el jovencito Serrat. Te necesito. Y celebro cada veinte segundos lo mucho que te necesito. Pero nací con hambre, y acepto que en el líquido busco saciar mi sed de sólido. Algo habrá que hacer. Por eso me alegro de que hayas vuelto. Aunque el calor me mate y me cueste venir a tu encuentro. Aunque la danza espiral del fuego me obligue a bailar, sé que al final tú me colmas. Sin cambiar de tema, recuerda que la desesperación no es elegante. Y que la seda es una cara más de tu inmenso poder. No es la única, pero tampoco la menor. Y pide, como seda que es, mucho tacto. Porque sin tacto no hay gozo. Te he entendido perfectamente, el desierto no es lugar para derrapar, a menos que seas un hortera dominguero. Y eso es precisamente lo que no queremos. Por eso te necesito. Porque contigo respiro.



"Paraules que m'agradaria que algun dia es convertissin en cançons"

Omar, Le Mani Forti. International tour dates aquí.

De musas y constructores de torres de cerillas



El joven aprendiz de arquitecto se despertó una vez al lado de su musa y se sintió con fuerzas para acometer su primera gran obra.

Se aisló y puso todo su empeño en construir una enorme catedral gótica.

El joven aprendiz de arquitecto dedicó cada columna, cada vidriera y cada escultura al recuerdo de su musa, esperando que llegara el dia en que terminara su primera gran obra y se la pudiera mostrar. Y pudieran despertar juntos dentro de aquella catedral.

Cuando terminó de colocar la última piedra, el joven aprendiz de arquitecto acudió al encuentro de su musa, ilusionado como un niño que sale del colegio llevándole a su madre un posa-velas de cerámica.

Cuan grande fue el desengaño del joven aprendiz de arquitecto cuando descubrió que su musa ahora se despertaba al lado de un constructor de torres de cerillas y había perdido todo su interés por las enormes y barrocas catedrales góticas.



Fueron dos las heridas que sufrió el joven aprendiz de arquitecto:

Una en su inseguridad. ¿Como se sostendría ahora que su musa le había abandonado?

La otra en su vanidad. ¿Como podía ser que su musa prefiriese iluminar un vulgar constructor de torres de cerillas pudiendo regalar su luz a todo un arquitecto de catedrales góticas?

Las sabias palabras del maestro de la logia fueron reveladoras:

"El destino de toda musa es abandonar a su artista cuando este ya ha encontrado fuerzas para enfrentarse a su obra."



Así pues, el joven aprendiz de arquitecto asumió la pérdida de su musa, pero ahora a su alma le atormentaba una nueva inquietud:

¿Debía buscar nuevas musas o aprender a crear sin necesitarlas?

Como no obtenía respuesta, el joven aprendiz de arquitecto decidió dejar de preguntarse y dedicarse a lo que mejor sabía hacer:

Empezó a construir una nueva catedral.





Ilustraciones de Seiichi Hayashi

De musos y bailarinas de la corte



Hace muchos años, el joven aprendiz de arquitecto dudaba de su vocación.

Así que decidió ser lo más parecido que había a ser un arquitecto sin serlo.

Decidió ser muso.

Buscó entre su entorno y encontró a una bailarina de la corte, la mejor y la más bella de todas, a la que inspirar.

La bailarina de la corte estaba encantada con su nuevo muso y se entregó a él.

Le bailaba a todas horas, y su arte creció como la espuma de una cerveza mal servida.

La bailarina de la corte bailó ante los más poderosos reyes y en los mejores salones, convirtiéndose en la más célebre bailarina, dedicando cada delicado movimiento a su muso.



Hasta que llegó un dia en que la bailarina de la corte también dudó de su vocación. Abandonó la corte y con ella, entristecida, a su muso. Aprendió a arar la tierra y se convirtió en agricultora.

Pasaron muchos años y un dia la agricultora empezó a añorar sus días de bailarina de la corte. Su cadencia había ganado en terrenalidad, pero lejos quedaba la inútil belleza de su danza.

Entonces recordó a su muso y fue a su encuentro.

Pedro este, a su pesar, no pudo inspirarla más. Porque, para entonces, se había convertido en el joven aprendiz de arquitecto, tal y como ahora lo conocemos.







Ilustraciones de Seiichi Hayashi

Omega Dog





Me gustan las mujeres que te llevan al Rastro, para perderos entre hierros oxidados y postales antiguas

que conducen una moto, de vientre firme al que agarrarse, con las que pasar un control de alcoholemia

que llaman a las tantas de la madrugada, sin nada que decir, como cuando tenías quince años

que convencen al camarero para que les rebaje 50 céntimos de la bolsa de patatas fritas

de manos temblorosas a la hora de leer un poema delante de un montón de sevillanos en un cortijo congelado y perdido entre la nada

que piden sexo en medio de una conversación espesa, haciéndote tragar saliva

que te preguntan cuantas amantes tienes mientras te absorben con el coño

que llegan al parque infantil justo en el momento en que el cielo os embadurna con su luz naranja

que te enseñan fotos de cuando eran gordas

que corren con todas sus fuerzas por el Eixample con una perra del tamaño de un caballo a las 5 de la madrugada

que leen revistas del corazón y ven teleseries yankis de adolescentes

que se protegen y son cálidas

que tienen la mirada de quien tiene las cosas claras

que tienen la mirada de quien se siente solo como un pozo sin fondo

que tienen la mirada cómica de quien ha decidido tener valor

que sonríen condescendientes y te dicen:

"No. No te gustamos. Lo que te pasa es que nos necesitas."




Tengo luz para dar y regalar





Recuerda el objeto que vimos, alma mía,
aquella bella mañana de verano tan dulce:
al torcer de un sendero una carroña infame
sobre una cama sembrada de guijarros,


las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos,
abría de una manera descuidada y cínica
su vientre lleno de exhalaciones.


El sol brillaba sobre esta podredumbre,
como para cocerla a punto,
y de rendir al céntuplo a la gran Naturaleza
todo esto que al mismo tiempo había unido.


Y el cielo miraba el esqueleto soberbio
como una flor abrirse.
El hedor era tan fuerte, que en la hierba
te creíste desmayar.


Las moscas zumbaban sobre este vientre pútrido,
de donde salían negros batallones
de larvas, que se deslizaban como un espeso líquido
a lo largo de estos viventes harapos.


Todo aquello descendía, subía como una ola,
o se lanzaba chispeante;
se habría dicho que el cuerpo, hinchado de un aliento vago,
vivía multiplicándose.


Y este mundo comportaba una extraña música,
como el agua corriente y el viento,
o el grano que un aventador de un movimiento rítmico
agita y devuelve a su harnero.


Y las formas se borraban y sólo eran un sueño,
un esbozo lento en venir,
sobre la tela olvidada, y que el artista acaba
solamente para el recuerdo.


Detrás de las rocas una perra inquieta
nos miraba con aire enojado,
espiando el momento de recuperar del esqueleto
el trozo que había abandonado.


_Y, por tanto, tú eres parecida a esta porquería,
a esta horrible infección,
estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión.


¡Sí! tal serás, oh, reina de las gracias,
despues de los últimos sacramentos,
cuando irás bajo la hierba y las floraciones grasas,
a enmohecer entre las osamentas.


Entonces, ¡oh, mi belleza! dile al gusano
que te comerá a besos,
que he guardado la forma y la esencia divina
de mis amores descompuestos.

Charles Baudelaire.





Y nunca lo dudes.

Piernas de maniqui








Conocí a una mujer que coleccionaba piernas de maniquí,

pasé siglos observándola,

cazando sus lapsus y sus silencios de esfinge;

y luego,

en vez de celebrarlo,

castigué mi cuerpo y mi cabeza

y me perdí en meandros

y desagües embozados de pelos enredados.

Me despertó el familiar olor del yodo,

de las carnes abiertas,

la traicionera llamada perdida de viejas suturas

vestidas con ropas nuevas, compradas en H&M.

Conocí a una mujer de cintura cálida,

que sabía jugar al pica paret

y que se escondía insegura detrás de las puertas de mi casa.

No saqué mi fajo de cartas ni puse en práctica mis pocos trucos,

preferí invitar a cenar a la ira,

para perderme con ella entre cadáveres exquisitos.

Sombras chinescas,

mitología venenosa.

Los cepos que abrazan mis pies

no están hechos más que de niebla.

Conocí a una mujer cuya mirada

contenía el subtexto completo de toda la literatura rusa

y media historia de la animación checa,

de voz perezosa y avidez para el combate.

Establecimos unas reglas y quedamos empatados,

con los guantes a mano por si volvía a sonar la campana.

Esa noche no fuí a recoger el trofeo,

me perdí en el camino,

a hostias con un argentino usuario del Bicing.

Por lo visto aún no tenía suficiente sangre.

Como imanes del mismo signo,

cuando pude perdonarte ya era demasiado tarde.

Después de mucho tiempo buscando este desierto,

ahora que tan solo me acoge la arena punzante

soy incapaz de soportar el dolor de las ampollas

en mis pies desnudos.

Tal vez mis pulmones no toleran aire tan limpio;

tal vez, sencillamente, hubiera debido perdonarte antes.

Nunca nos atrevimos a acogernos,

y, por lo visto, no hay autobuses de vuelta.

Tal vez sea el momento de aceptar los pasos,

los que dimos y los que no.

Tal vez nos hayamos amparado demasiado

en la nostalgia de un desvio

que nunca quisimos tomar.

Es yermo el horizonte sin la sombra de tu silueta,

pero también es despejado,

como una equis.

Me trabo si hago mi camino de la mano de un espejismo.

Es la muerte de un amparo que no existía,

de una vida paralela que no tendremos.

Es el parto sin anestesia de un valor del que estamos hambrientos.

Acepta mi duelo,

y ámalo como sabes que te amo.

No hay nada que no curen

cinco paquetes de tabaco

y un viaje a Sevilla.