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Hace muchos años, el joven aprendiz de arquitecto dudaba de su vocación.
Así que decidió ser lo más parecido que había a ser un arquitecto sin serlo.
Decidió ser muso.
Buscó entre su entorno y encontró a una bailarina de la corte, la mejor y la más bella de todas, a la que inspirar.
La bailarina de la corte estaba encantada con su nuevo muso y se entregó a él.
Le bailaba a todas horas, y su arte creció como la espuma de una cerveza mal servida.
La bailarina de la corte bailó ante los más poderosos reyes y en los mejores salones, convirtiéndose en la más célebre bailarina, dedicando cada delicado movimiento a su muso.
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Hasta que llegó un dia en que la bailarina de la corte también dudó de su vocación. Abandonó la corte y con ella, entristecida, a su muso. Aprendió a arar la tierra y se convirtió en agricultora.
Pasaron muchos años y un dia la agricultora empezó a añorar sus días de bailarina de la corte. Su cadencia había ganado en terrenalidad, pero lejos quedaba la inútil belleza de su danza.
Entonces recordó a su muso y fue a su encuentro.
Pedro este, a su pesar, no pudo inspirarla más. Porque, para entonces, se había convertido en el joven aprendiz de arquitecto, tal y como ahora lo conocemos.
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Ilustraciones de Seiichi Hayashi
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