Piernas de maniqui








Conocí a una mujer que coleccionaba piernas de maniquí,

pasé siglos observándola,

cazando sus lapsus y sus silencios de esfinge;

y luego,

en vez de celebrarlo,

castigué mi cuerpo y mi cabeza

y me perdí en meandros

y desagües embozados de pelos enredados.

Me despertó el familiar olor del yodo,

de las carnes abiertas,

la traicionera llamada perdida de viejas suturas

vestidas con ropas nuevas, compradas en H&M.

Conocí a una mujer de cintura cálida,

que sabía jugar al pica paret

y que se escondía insegura detrás de las puertas de mi casa.

No saqué mi fajo de cartas ni puse en práctica mis pocos trucos,

preferí invitar a cenar a la ira,

para perderme con ella entre cadáveres exquisitos.

Sombras chinescas,

mitología venenosa.

Los cepos que abrazan mis pies

no están hechos más que de niebla.

Conocí a una mujer cuya mirada

contenía el subtexto completo de toda la literatura rusa

y media historia de la animación checa,

de voz perezosa y avidez para el combate.

Establecimos unas reglas y quedamos empatados,

con los guantes a mano por si volvía a sonar la campana.

Esa noche no fuí a recoger el trofeo,

me perdí en el camino,

a hostias con un argentino usuario del Bicing.

Por lo visto aún no tenía suficiente sangre.

Como imanes del mismo signo,

cuando pude perdonarte ya era demasiado tarde.

Después de mucho tiempo buscando este desierto,

ahora que tan solo me acoge la arena punzante

soy incapaz de soportar el dolor de las ampollas

en mis pies desnudos.

Tal vez mis pulmones no toleran aire tan limpio;

tal vez, sencillamente, hubiera debido perdonarte antes.

Nunca nos atrevimos a acogernos,

y, por lo visto, no hay autobuses de vuelta.

Tal vez sea el momento de aceptar los pasos,

los que dimos y los que no.

Tal vez nos hayamos amparado demasiado

en la nostalgia de un desvio

que nunca quisimos tomar.

Es yermo el horizonte sin la sombra de tu silueta,

pero también es despejado,

como una equis.

Me trabo si hago mi camino de la mano de un espejismo.

Es la muerte de un amparo que no existía,

de una vida paralela que no tendremos.

Es el parto sin anestesia de un valor del que estamos hambrientos.

Acepta mi duelo,

y ámalo como sabes que te amo.

No hay nada que no curen

cinco paquetes de tabaco

y un viaje a Sevilla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola nen. Pun ... pun ... pum ... pun... pun,pun,pun,pun,pun,pun,pun,pun,pun,pun,pum,pun,pum,pun,pum,pun,pum,pun,pum, puuuuuuuuuuun, pun,pum, pum, puuuuuun, pum, pum,puuuuuum,puuuuuun,puuuuuuum, puuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu ..... uuuuuuuuuuuuu.....puuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuum! pa ti.

sin querer te atropello dijo...

bonito es

miki