Round -3

Es luna llena. Y es enorme. Es grandiosa. Es preciosa. Ya voy borracha. Me había acostumbrado a las Coronitas. Las Coronitas me gustan bastante. Pero luego descubrí la Desperado. La Desperado es prácticamente igual, ¿no? Es cerveza de esa clara, no sé exactamente como se llama, cerveza blanca, o suave, no sé, vaya… Pero la Desperado además tiene un algo de tequila. Eso es un triunfazo. A mí me gustaba antes tomar Coronita y luego Tequila, pasar de una a otra. Ahora con la Desperado mato dos pájaros de un tiro. Me gusta emborracharme así. Sola, en casa, jugando. Lo hacía cuando era una niña. Y lo sigo haciendo ahora. Me pongo a bailar y me miro al espejo y así me pueden pasar horas. No me doy cuenta del tiempo. Una chica de la compañía me comentaba que, a sus cuarenta años, eso es lo único que sigue haciendo y que no ha dejado de hacer desde que es una cria. Bailar sola y mirarse al espejo. Lo digo siempre, me llaman la atención porque siempre lo comparo todo con la danza, pero esto debo decirlo de nuevo: Bailar es la manera, es mi manera, de no crecer nunca. Guillaume no aparece desde ayer por la noche. Me fui a cenar con la gente de la compañía y cuando volví a casa, super pronto, él ya no estaba. Antes eso me molestaba, cuando se iba sin avisar y no volvía en dias, hasta que se le iba la pájara. Me ponía de los nervios, me sentía sola y vacía. Ahora, quiero decir hoy, no es que me dé igual. Es que se lo agradezco. Hoy me lo he pasado muy bien, y no he visto a nadie. Me he hecho la comida. Un poco de seitán estofado y una crema de calabacín. El secreto es el jengibre, ese es el secreto. Me he fumado un cigarro viendo una peli de asesinos y abogados en la tele, sale ese actor que sale en todas y que hacía de presidente en la de los marcianos. Le dobla el mismo que dobla al poli de CSI… Bueno, luego me he dormido en la primera tanda de anuncios, y cuando me he despertado me he empezado a masturbar antes de abrir los ojos. Ha sido una muy buena paja. Me doy un nueve. Y, luego, sin ducharme ni lavarme el chumino me he puesto a beber y a bailar. Y ahora, esta luna redonda como una bola de homeopatía. ¿Qué más quiero? La luna se merece otra cerveza.



Oigo abrirse la puerta y aparece Guillaume. Viene con un chaval que sonríe con incomodidad. Es lo que se llama un corte de rollo, pero no digo nada de buenas a primeras. Guillaume me lo presenta, me dice el nombre pero lo olvido justo en el momento en que me lo dice. Por la manera en como me lo presenta lo comprendo todo. Solo de ponerme en situación me da una pereza enorme. Guillaume me da a entender que yo sabía que teníamos esta cita, que lo habíamos hablado y habíamos concertado esta noche. Yo no lo recuerdo. Pero es posible que me haya olvidado. Da igual, de pronto, ahora, lo único que me apetece es meterme en la cama, esconderme bajo las sábanas y dormir.

Mientras Guillaume y el chaval de boca tensa se hacen unas rayas en la mesa del comedor yo miro por la ventana y veo como el viento mueve los árboles de enfrente, se puede escuchar a los adolescentes punkies que se encuentran y hacen sus escandalosos ritos de apareamiento, y algún desgraciado ha pintado una esvástica en la pared de la calle de enfrente. Las gaviotas vuelan bajo y gritan. Guillaume ha puesto el CD de este tipo de ocasiones, y él y el chaval de la boca tensa siguen hablando, me ofrecen una de las rayas y abro tres cervezas más, una para cada. La Desperado no es muy barata y en el fondo me jode tener que invitar a alguien que no conozco y que en el fondo no la va a apreciar como yo lo hago. Guillaume me mira con picardía y me sonríe mientras sigue hablando sin parar con el chico. Su mirada me pide mi aprobación. Le respondo, muda, que debería haberme avisado, que debería haberme pedido permiso. Me responde que si quiero, se marchan y ya está, lo dejamos aquí. Vuelvo a mirar al chaval de boca tensa y luego a Guillaume. Pego un trago. Me veo reflejada en el cristal de la ventana, me siento guapa. Está bien. Démosle una oportunidad.
Guillaume se levanta y se sienta a mi lado. Me quita la botella de cerveza y empieza a besarme. Aunque cierro los ojos, sé que el chaval de boca tensa está en el sofá de enfrente, observándonos. Guillaume me levanta la camiseta y pone su mano sobre mis pechos. Me empieza a morder el cuello, le siento más mecánico que otra cosa, está bastante puesto y no creo que… Bueno, lo que siempre le pasa cuando se ha metido más lomas de la cuenta. Baja la mano hasta mi chumino y con la otra llama al chaval de la boca tensa, que se sienta a su lado y se empiezan a besar. Recuerdo cuando al poco de conocerle, a Guillaume, digo, nos liamos con su amigo Patrice, qué bueno, Patrice, sí. Aquella vez fue la primera vez que lo hicimos con otra persona. Y, con diferencia, fue la más divertida. Fue muy potente. Estábamos en un hotel en Toulouse, habíamos ido a pasar unos días aprovechando un bolo. Nos habíamos comido un par de éxtasis entre los tres, y habíamos subido en pelotas por el hotel a la piscina que había en la terraza, en plena noche. Nos tiramos y nos pegamos un buen chapuzón. Era pleno invierno, y el agua helada nos congelaba, pero nos quedábamos en la piscina a ver quien aguantaba más. Me gustaba mirar el cuerpo de Patrice, extraño, casi infantil, pelirrojo, lleno de pecas por todos lados. Sonreía como un niño, como el niño pelirrojo de Parchís. ¿Te acuerdas de los Parchís? Mi hermana mayor tenía los discos. ¿Te acuerdas del niño pelirrojo? Era un niño guapísimo. Bueno, de la piscina nos fuimos corriendo otra vez de vuelta a la habitación, y allí nos pegamos una ducha los tres. Teniendo a los cuerpos desnudos de ambos tan cerca me puse, imagínatelo, muy cachonda, y recuerdo que miré a Guillaume como pidiendo su permiso mientras cogía la polla de Patrice y la acariciaba. Follamos los tres en la ducha. Follamos muy bien. Luego fuimos a la cama. Hubo un momento en que me aparté del juego y me senté en la repisa de la ventana, encogida por el frio, satisfecha. Contemplaba a Patrice penetrar a Guillaume. Y me gustaba. Apenas llevaba dos meses con Guillaume, no le conocía mucho, pero me fascinaba. Ya sabes como soy cuando comienzo una relación. Cagan y digo que es oro. Estaba totalmente entregada a él. Me gustaba su impetuosidad, su capacidad de sorprenderme siempre, esa sensación de estar perdido en un universo interior que nadie más conoce, esa mirada viciosa y loca que me ponía y me daba miedo a partes iguales. Me gustaba su cuerpo grande, enjuto y fuerte, ese aire que siempre le envolvía, y le envuelve aún, de nervio a punto de estallar. Me sentía protegida por él, le veía como un gigante bajo cuya sombra me podía cobijar, un techo que me iba a resguardar de cualquier peligro. No es el típico que te coge la mano para cruzar la calle como si fueras una niña, no le hace falta. ¿Sabes que a la semana de conocerle, en una fiesta, tuve que separarle porque se lió de hostias con un pobre capullo que solo me había tocado el culo? Yo alucinaba, parecía un tipo sacado de otra época. Sus historias de la guerra, su gesto como de foto antigua. Su silencio. Había un punto en el que me recordaba a las fotos antiguas que había visto de mi abuelo. Y en ese momento, viendole follar con otro hombre ante mi, después de que me hubiera corrido sintiendo los cuerpos de los dos penetrarme, después de que ellos se hubieran corrido sobre mis pechos… En ese momento, qué quieres que te diga, me dio la risa. Me puse a reir, aunque procuré que no me escucharan. Pero no me reía porque la escena me hiciera gracia, o me pareciera ridícula, vaya, que podía serlo. No. Me reía, sencillamente, porque estaba a gusto.



De golpe, dejo de abstraerme en mis pensamientos y me doy cuenta de que estoy desnuda. Que Guillaume también, y está con la cabeza entre mis piernas, comiendome el coño, con la otra mano masturba al chaval de la boca tensa, quien me está morreando con su lengua mientras me manosea los pechos. Me siento seca. Aunque parezca un chiste, me duele la cabeza y no me hace ni puta gracia. Estoy demasiado borracha. He oido este CD mil veces y esta es la canción que menos soporto, es como un taladro, es abusiva. Mi chumino no quiere molestias, se me cierran los labios con saña y se está agobiando solo de pensar que dentro de poco la cosa va a pasar a mayores. No sé si estoy tendida o sentada, pero el hecho es que quiero levantarme. No sé como incorporarme y salir de esta sin hacer una escena molesta, sin tener malos rollos, pero ¿sabes qué? A la mierda. Yo me voy. Me levanto y me enciendo un cigarro. El cigarro es la señal más gráfica. No les veo y no les quiero mirar, no quiero saber como están ni que hacen. Quiero estar sola. Les digo que me voy al lavabo. Guillaume me sigue y me insiste, me presiona de esa manera tan infantil que tiene de hacerlo que es como si se engañara a si mismo y esperara engañarte a ti también y hacerte creer que no te está presionando cuando es obvio que lo único que intenta es hacerte sentir culpable y que te sometas a él y hagas lo que se supone que él quiere que hagas. Le pido que no me toque y que me deje sola, que quiero estar sola. Me encierro en el lavabo y me pierdo entre calada y calada. Me miro en el espejo. Me veo pequeña, muy pequeña. Oigo como, afuera, Guillaume habla con el chaval de la boca tensa, no sé qué coño dicen, hacen como si nada hubiera pasado, ponen tonos de voz conciliadores. Guillaume, sus pies, acompañan al otro y le llevan a la puerta. Se despiden. Un silencio. De golpe, Guillaume da un par de patadas a la puerta. Me grita, me dice que ya me vale, que habíamos quedado en que esta noche íbamos a jugar, y que le he hecho quedar en ridículo. Oigo como sus pasos vuelven a la cocina. Yo me acabo el cigarro. Me levanto y voy a la bañera, abro el paso del agua. Solo me va a cambiar el humor esta noche una buena bañera. Y que me dejen en paz. De nuevo, Guillaume vuelve a la puerta. Ahora la golpea con más rabia. Me grita que le abra, que dé la cara, que quien me he creido que soy, que le eche huevos a la cosa y le diga cual es mi puto problema. ¿Cuál es mi problema? Joder, está hasta el culo de farlopa, histérico, no le veo la cara pero me la imagino, los ojos desorbitados, los pómulos arrancándole la piel por momentos, la mandíbula desencajada, sudando sucio. Y me pregunta a mi cual es mi problema. Abro la puerta del báter para que deje de golpearla y entonces me golpea a mí.



Dos pasos para atrás. Me encojo y me tapo la cara con la mano. El agua del grifo de la bañera sigue saliendo a presión. Guillaume ha vuelto al salón renegando, murmura algo para sí. No entiendo otra cosa que “coño, la puta, quien se ha creido, encima que yo…”. Me duele la nariz. Me ha golpeado en la nariz. Me ha golpeado fuerte en la nariz. Pero tampoco me sale sangre. Pero da igual. Me jode mogollón, me jode mogollón que me tenga que poner la mano encima. No lo entiendo. Es la última vez. Esta vez le reviento. Me levanto y salgo del cuarto de baño y corro hacia él, que no me ve, que está de espaldas, cojo el palo de la fregona y le doy bien fuerte en la espalda. Guillaume se gira. Yo me protejo con el palo, y le grito, estoy histérica, estoy que mato a alguien, le grito que es la última vez que me toca, que yo soy yo, que no soy… Pero Guillaume me coge el palo de la fregona, me lo quita de las manos y me empuja, tirándome con fuerza al suelo. Me está gritando. No entiendo lo que me dice. Es como si hablara en otro idioma, o cuando coges un disco y lo pones al revés. Coge la botella que estaba bebiendo y me la tira encima. Bueno, al lado. Me la tira al lado. Y yo escondo la cabeza y la botella estalla y todos los pequeños trocitos de cristal salen volando, y entonces me acuerdo de que estoy desnuda. Y espero que no me haya cortado. Y Guillaume también está desnudo, y espero que él no se haya cortado. Y Guillaume sigue tirándome cosas, libros, vasos, muebles pequeños. Sigue tirándolos al lado mio, que es peor que tirarlos encima mio. Y sigue gritando. Y de golpe, ya no oigo nada. Sus pasos, y como tela, como si se pusiera ropa, y la puerta de la calle que se cierra de un portazo. Y luego, algo que podría ser silencio si no fuera porque del grifo de la bañera sigue brotando agua. Y ya sabes el ruido tan feo que hace eso. Levanto la vista. Y creo que no estoy llorando. No, no estoy llorando. Me levanto, con cuidado de no pisar ni tocar nada roto que me pueda herir. Miro a mi alrededor, no parece que hayan pasado dos minutos. No puede ser que en tan poco tiempo la casa haya cambiado tanto. Paso por encima de los restos de la batalla, con sumo cuidado. Y me acerco hasta el cuarto de baño, que está inundado de agua. Cierro el grifo de la bañera.

Tenía ganas de estar sola en casa. Pero ahora esta casa me escupe, no me quiere. Así que cojo algo de ropa, me lavo la cara, me arreglo. Me miro al espejo y sonrío. It’s show time!







Ilustraciones fusiladas a Blanquet.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusta
sí sí sí

Mr. K dijo...

Conozco a alguien que le pasó algo parecido. Te lo juro.

Audrey dijo...

Sin palabras...

Prisamata dijo...

Almudena, pronto iré a buscarte

Mr. K, tus amigos se parecen demasiado a los mios.

Audrey, lo mismo digo.

Anónimo dijo...

google, le mani forti, coño! este tio es de mi barrio, y un post que al fin y al cabo también me suena...
no sé si es bueno pero me gusta
sergi