Dream Team



Esta temporada, unos cuantos artistazos y el que esto suscribre vamos a ponernos manos a la obra con un proyecto teatral del que vamos a aprender mogollón.

En breve, más información. ¡Qué ganicas que tengo!

Pongo este video porque no he encontrado un video decente para esta canción. Esta es la verdadera pista.

Sentimiento popular.

Daban un telefilme el otro día sobre lo de siempre:

Desencuentros entre chico y chica.

Lo de siempre.

Lugares comunes.

No salía Matthieu Amalric fumando constantemente con sus ojos de sapo sentimental, rodeado de francesas bellas que cantan ópera y de franceses elegantes que fuman tanto como él.

Más bien jóvenes famosos desubicados a los que les roban miles de euros en un burdel,

ex-novias obsesivas,

llamadas intempestivas sollozantes,

ataques de violencia ante las fuerzas del orden,

groupies ambiciosas en conciertos de rock provinciano,

y artistas de performance aficionados a los IPhone y la auto-lesión.

Ya sabes. Lo de siempre.

Por suerte para mí, una tormenta acabó con mi sintonizador de la TDT.

Y fue entonces que entendí lo necesario de una buena alimentación,

y que sólo hay un camino.

Sólo uno.

Que no hay mayor escupitajo a la cara del miedo que amar lo inexplicable.

Que el conductor del Rickshaw espera que le pidas que acelere,

y que cuando lo haces te responde con una sonrisa que dinamita cualquier melodrama.

Tan sólo tengo una pregunta:

¿Era necesario ir a cenar esta noche a un japonés?

Y aún tendría otra más:

¿Lo de siempre?








Premonición

Celebro tu funeral regalándome un día de fiesta.

No creía que estuviera en mi naturaleza el vivir estos duelos.

De hecho, ayer me lo explicaban en un bar de cócteles.

Compadecí a la chica por sufrir cierta muertes.

Y, como si sus palabras hubiesen sido una premonición, veinticuatro horas después me veo obligado a hacerte una visita al tanatorio.

Se despierta mi naturaleza necrófila y brindo por tu cuerpo inerte.

Ahora sí que podremos amarnos.







Fotografía de Lan Dry.

I wish it could happen to me . (6 de 6)

El Viajero visita, algo ciego aún, al Sin Patria y le pide pegarse una ducha. El Sin Patria accede con un gruñido.

Cuando sale de ducharse, el Sin Patria sigue meditando.

El Viajero le pregunta si eso le sirve de algo.

“God is an evil motherfucker. – responde el Sin Patria -And I bet you even his breath stinks like shit. But he’s the boss. And you have to suck the boss’s cock, either you like it or not. That’s the way it is. So that’s why I meditate, I’m sucking God’s cock hoping he acknowledges me. And sometimes he does listen. And sometimes he even gives me what I ask him for. Sometimes he does. But I gotta suck it real hard.”

El Viajero se va a la Estación del Norte y pide billeta para el primero que salga hacia el destino que sea. Portugal, por ejemplo.

En el autobús, El Viajero parece triste.

Finalmente, las lágrimas, que llevaba guardando desde hace días, brotan de los ojos del Viajero.

Buscando calmarse, El Viajero se pone a meditar, como vio hacer al Sin Patria.

El Viajero se concentra con fuerza.

Cuando abre los ojos, El Viajero descubre, sentada a su lado, una (posible) Nueva Redentora.

En ese momento, algo hace que El Viajero tome conciencia de ser el personaje de una historia. Y eso no le molesta, y tampoco le alegra. Pero le libera un poco.

Y de eso se trata, ¿no?
















(fin)

I wish it could happen to me . (5 de 6)

Finalmente La Redentora y El Viajero se despiden.

Él la deja en la cama y se prepara para marcharse.

La Redentora, pequeña, tímida, casi desamparada le sugiere al Viajero que se quede, que tal vez se esté precipitando pero le gustaría estar más con él.

“You are a sad boy.- le dice- I’d love to make you happy.”

Él dice que debe irse, aunque nunca ha oído a nadie decirle algo así y le emociona.

Tal vez sea una locura, pero ella le promete ir a verle muy pronto a su ciudad. No quiere acompañarle. No le gustan las despedidas.

A la salida, El Viajero se cruza con La Madre y se despide de ella. Al darle dos besos siente algo así como un escalofrío.

El Viajero sale a por el Autobús que le lleva al aeropuerto.

En la parada, El Viajero se sienta.

Anochece y El Viajero no sube al autobús.

Decide volver a casa de La Redentora...

Al volver, El Viajero descubre a La Redentora besándose en el portal con El Grunge Bajito. Es de noche.

El Viajero se quiebra por dentro. No sabe lo que siente. Marcha de allí corriendo. Se pierde en la noche y se emborracha. Por suerte, lleva dinero en el bolsillo para gastar.



En un bar, El Viajero descubre al Mentiroso, que está explicándole la historia del “Espíritu del Rickshaw” a otro Pobre Incauto al que seguramente pretenderá robar.

El Viajero compra un paquete de tabaco y se lo fuma entero mientras les espera fuera del bar. Una vez El Mentiroso y el Pobre Incauto salen, El Viajero se interpone entre ellos con rabia y acaba pegándole una paliza algo al Mentiroso, quién intenta defenderse diciéndole que “I didn’t take your passport, man. At least I didn’t take your passport!”.

El Viajero no deja de golpear al Mentiroso hasta que empieza a ver sangre.

El Viajero coge todo lo que El Mentiroso lleva consigo, incluído algo de éxtasis o algún alucinógeno similar.

El Viajero acaba viendo el amanecer en La Barceloneta, colocado de lo que fuera que llevaba El Mentiroso consigo.

El agua sucia.

Las gaviotas comiendo.

Los guiris.

Hay algo bello en todo eso a pesar de todo.

El Viajero se siente diabólico. Y eso le gusta.

I wish it could happen to me . (4 de 6)

A media tarde, El Viajero se despierta y sale en dirección al Locutorio, a ver si por fin recibe noticias de Casa. La Redentora le acompaña y le dice que puede quedarse unos días más si no encuentra a su familia. Ella parece feliz.

El Viajero por fin localiza a su Casa. Le compran un billete de vuelta. Saldrá mañana. La reacción del Viajero no es tan entusiasta como cabría esperar.

El Viajero le dice a La Redentora que marchará mañana.

Ella responde besándole.

El Viajero y la Redentora pasan las últimas 24 horas de él en BCN en la cama.

Hablando...

Haciendo el amor...

Riendo...

Jugando...

Dibujando...

Contando sus secretos más íntimos...

Ella le canta “After hours”, de la Velvet Underground.



If you close the door
the night could last for ever.
Leave the sunshine out and say 'hello' to never.
All the peolple are dancing and they're having such fun,
I wish it could happen to me
but if you close the door
I'll never have to see the day again.

If you close the door
the night could last for ever,
leave the wineglass out
and drink a toast to never.
Oh! someday I know someone will look into my eyes
and say 'hello'
you are my very special one.

But if you close the door
I'll never have to see the day again














(continuará)

I wish it could happen to me . (3 de 6)

El Viajero y La Redentora conversan. Ella chapurrea el inglés, pero lo suficiente para entenderse. Ella dice que le ha visto antes, y le pregunta si viaja solo. La conversación transcurre con una extraña comodidad, como si se conocieran de hace mucho tiempo, como si compartieran un secreto que ninguno de los dos conoce aún. Ríen. Y cuando ella ríe él piensa que todo este viaje parece haber merecido la pena. Y cuando él ríe siente que hacía siglos que no reía y no se había dado ni cuenta.

La Redentora invita a El Viajero a un concierto en un bareto llamado Big Bang o Bada Bing o Bongo Bong o algo así. Allí toca un grupo de rock ruidoso liderado por un Grunge Bajito. Parece convencido de su papel de front-man de banda post-adolescente.


Nitch on live @ Monasterio 9/1/10

NITCH | MySpace Music Videos


El Viajero siente un orgullo extraño al observarle, sea lo que sea lo que la vida espera de él, tiene la certeza, por más arrogante que suene, de que será algo mucho más elevado. En algún momento podría parecer que el Grunge Bajito le hace un gesto cómplice a La Redentora.

Al amanecer, tras una noche de baile y risas, La Redentora le pregunta al Viajero donde piensa dormir, y al saber del robo le invita a su casa. Él, por hacerse el caballero, le dice que no hace falta, que buscará un hostal, pero no insiste mucho, al menos no tanto como ella. Así que los dos van a casa de La Redentora, que vive con su Madre delante del puerto.

La Redentora y su Madre viven en el piso de arriba, gozan de una terraza privilegiada. Allí se encuentran con la Madre, que ha terminado de desayunar y se fuma un buen canuto de marihuana. La Madre invita a su hija y al invitado a sentarse con ella. La Redentora accede pero prácticamente no dirá nada en toda la conversación, se limitará a encender el ordenador y poner una playlist de La Velvet Underground.

La Madre invita al Viajero a fumar y le habla de su trabajo de enfermera. Le dice que en algún momento ha probado todas las drogas que ella misma prescribe, ya que considera que lo más ético es conocer de primera mano aquello que va a pedir que tomen los demás. Es una mujer con ojeras marcadas y voz arrastrada.

La Redentora apenas hace nada, sólo pone una canción: “If you close the door”, cantada por la melancólica voz de Edie Sedgwick. Al final, por mucho que La Madre hable, esa canción es lo único que El Viajero escucha.

Es de día, pero La Redentora decide que hay que dormir un poco y lleva a El Viajero a su cuarto. Allí, ella duerme en la cama y él en un colchón del suelo. Están agotados. En duermevela, él echa un último vistazo a la chica y siente que el futuro es desconocido y prometedor. Se pregunta si era esto a lo que El Mentiroso se refería con “El espíritu del Rickshaw”.

I wish it could happen to me. (2 de 6)

El Viajero, desde un locutorio, llama a su Casa a cobro revertido. Por lo visto, parece no haber nadie al otro lado de la línea. El Viajero deja un mensaje: Que por favor enciendan el teléfono o se dejen encontrar, necesita un giro de dinero o algún tipo de ayuda para poder volver.



El Viajero se busca la vida como puede. Torpe, aprendiendo, inseguro, desubicado... Y muy hambriento. No quiere ir a la Comisaría ni a la Embajada ni nada por el estilo, tan sólo quiere comer algo y pasar las horas que tenga que pasar antes de que escuchen el mensaje en su Casa y le ayuden a volver. Por las calles del Raval Norte, se dedica a pedir dinero diciendo que ha sido robado y que necesita comer algo. Es la verdad, pero si nos lo dijera a nosotros no le creeríamos. De alguna manera, El Viajero tiene cierto reparo en reconocérselo a si mismo, pero hay algún cierto placer masoquista en la situación en la que se ha encontrado. Es consciente de que en unas horas habrá localizado a su Casa y volverá al confort habitual, con sus miserias y sus certezas. Pero ahora, por un breve espacio de tiempo, está sintiendo el desarraigo total. Y ese era, de hecho, el motivo de su viaje. Aunque esté siendo una experiencia dolorosa, El Viajero parece haberse desembarazado por fin, temporalmente, de la placenta pequeño-burguesa con la que, como angry young man, vive en complaciente rebelión.

En medio de su recién descubierta actividad de mendigo, El Viajero cree ver a La Redentora. Le acompaña una mujer que podría ser su Madre. Intuitivamente, se esconde al verla, aunque no la conoce le avergonzaría que ella le viera así. De todos modos, La Redentora cruza una mirada con él. Una mirada de curiosidad. Una mirada con hambre, como él, pero tal vez otro tipo de hambre.

La aparición del Sin Patria, un guiri cincuentón malcarado y de aire resentido, interrumpe el escondite del Viajero. Le interroga para saber si es verdad su historia de que ha sido robado y necesita algo de dinero mientras no localice a su familia. Sin perder su actitud huraña, el Sin Patria le ofrece dinero a cambio de limpiar y pintar un piso que está hecho una pocilga. Le pagará una cantidad considerable de euros si hace bien su trabajo.

Efectivamente, el Sin Patria lleva a El Viajero a un piso lleno de roña y descuidado, en una calle tipo Joaquín Costa. El Sin Patria es el dueño, se lo tenía alquilado a unos jóvenes artistas que eran unos cerdos. Ahora quiere vivir él allí, puesto que ha tenido que vender sus otros pisos por la Puta Crisis. Esta ciudad se está haciendo imposible hasta para los que, como él, no necesitan trabajar para vivir.

El Viajero se encuentra con una tarea titánica, pero la lleva a cabo. Decide que nunca ha hecho un trabajo tan duro en su vida, y que le vendrá bien para el futuro, cuando se independice y tenga que arreglar su casa. Piensa en que, si algún día se echa una novia como La Redentora y se van a vivir juntos, podrá asombrarla con su pericia como pintor, y explicarle que aprendió en una situación tan peculiar como la que está viviendo ahora. Mientras trabaja, el Sin Patria cocina algo y le invita a comer.

Más tarde, El Viajero ve como el Sin Patria se sienta en el balcón y se dedica a meditar, ajeno a cualquier tipo de ruido exterior.

Finalmente, El Viajero termina su trabajo y cobra la suma acordada. Se despide del Sin Patria, que no abandona su actitud amarga, por mucho que haya meditado.

El Viajero, ya con dinero, llama a Casa desde el mismo Locutorio. Para su sorpresa, sigue sin tener respuesta. Al menos, con el dinero que tiene en mano, podrá sobrevivir unos días mientras insiste en localizar Casa.

Lo primero que hace El Viajero tras salir del Locutorio es ir a la Boquería y allí come un poco más. Puede que esta sea la comida que mejor le haya sabido en toda su vida.

Luego, finalmente, se compra una camiseta de La Velvet Underground en una tienda del Raval Fashion.

El Viajero se toma un café en una terraza y se fuma un cigarro. En ese momento de descanso y saciedad, recuerda al Sin Patria y su meditación. Piensa en cómo le fascina la gente que es capaz de empezar su vida de cero en un país lejano. Se pregunta si él sería capaz. Y en ese momento sucede el milagro:

La Redentora interrumpe sus cavilaciones, le entra con la excusa de llevar ambos una camiseta de la Velvet Underground.

“Bueno-le confiesa ella-, yo es que siempre llevo una camiseta de la Velvet Underground”.
















(continuará)

I wish it could happen to me (1 de 6)



En la parada de Liceo, salen del metro El Viajero, cargado con una mochila gigante, y El Mentiroso, con una mochila más pequeña.

El Viajero es alguien de fuera, tal vez de algún lugar más primermundista que el nuestro. Tiene 20 años a lo sumo. No es un ángel, tampoco un demonio, pero podría llegar a ser ambas cosas. Está terminando su viaje. Pronto volverá a casa. Barcelona será su última parada. El Mentiroso es diez años mayor, autóctono, por ahora parece un tipo de fiar, es pequeño de estatura y hay algo hipnótico en su mirada, como la serpiente del Libro de la Selva. Se han conocido en el tren, viniendo de Francia.

El Mentiroso le explica su epifanía del “Espíritu del Rickshaw”:

Una vez, en un país asiático, al cruzar la frontera, corriendo hacia un autocar que partía inmediatamente y que debía coger si no quería pasar la noche a la intemperie, cogió un rickshaw para que le llevara más rápido. Allí sentado se fumó un cigarro con el conductor y se sintió más libre que nunca. El horizonte era virgen. Pero era el horizonte que él había escogido. Todo lo que le esperaba era esperanzador, aunque el futuro fuera desconocido él lo miraba sin un ápice de desconfianza. La libertad pura debe de ser algo así.

“You know what the secret is for a good traveller? The secret for never getting off the rickshaw? Never go back. –le dice El Mentiroso – A good traveller never goes back.”

El Mentiroso propone a El Viajero ir a tomar unas cervezas. Le invita a dormir en su casa, así se ahorrará los euros del hostal. Pero antes quiere sentarse en la Rambla del Raval a beber servesa-bier y fumar algún que otro canutillo. El Viajero ya se ha hecho casi toda Europa en tren, lleva poco más de un mes vagabundeando. Es su primer gran viaje en soledad. Ha pasado más tiempo venciendo sus miedos y su alienación que realmente disfrutando de ser errante. Pero tal vez ya haya aprendido a desenvolverse un poco mejor. Al principio del viaje no le era tan fácil establecer una conexión como alguien como El Mentiroso. Puede que El Mentiroso, que aún no sabemos que es un mentiroso, sea la prueba de que El Viajero ya se ha graduado como tal.

Desde la lejanía, sentado en un corro en el suelo de la Rambla del Raval, mientras el grupo de gente con el que El Mentiroso y él se han sentado habla con un latero, El Viajero ve por primera vez a La Redentora. Es una chica espigada y alegre.

A El Viajero, definitivamente, le gusta esta chica, pero piensa, al verla, que tal vez empiece a ser más feliz si entiende que hay mujeres que no están hechas para él, y La Redentora parece definitivamente una de ellas. También se fija en que lleva una camiseta de La Velvet Underground, más tarde ella le confesará que todas sus camisetas son de La Velvet Underground.

Al cerrar los bares, El Mentiroso lleva a El Viajero a su casa. Se disculpa porque vive en un sitio algo cochambroso, pero le confiesa no haber pasado una buena época con el tema hogar, los pisos cada vez están más caros en Barcelona. De hecho, antes de entrar le pide que le espere en la esquina, guardando las bolsas de ambos. El Mentiroso quiere ver si alguno de sus compañeros de piso está y avisarle de que va a llegar con alguien. “They’re special people” le avisa. Vuelve al rato y le dice que no hay nadie en casa y que podrán dormir tranquilos.

La casa del Mentiroso es un piso en la calle San Ramón o cercanías, más bien parece una casa okupada, no tanto por squatters como por gente buscavidas. No está limpia y tampoco parece haber muchas pertenencias. En todo caso hay colchones y la compañía del Mentiroso no deja de ser agradable, se echan unas risas antes de dormir. El Viajero se pregunta si algún día él abandonará todos esos pesos que le hacen la vida tan compleja y conseguirá ser tan ligero como su recién conocido amigo.

El Viajero se despierta zarandeado agresivamente por Un Ogro que parece un superviviente del ala más chunga del jevimetal, intoxicado sicóticamente por una dosis elevada de alcohol y cocaína. Al Ogro no le hace ninguna gracia descubrir este extraño durmiendo en su casa, le increpa en castellano, idioma que El Viajero no comprende, a lo que se le añade la sorpresa para este de descubrir que no queda nada del Mentiroso, ni de las pertenencias de ambos. Apenas puede descubrir, bajo la almohada, su pasaporte. Entre gritos, golpes e insultos, El Extranjero entiende que ha sido robado por El Mentiroso y que es persona non grata en esa casa.

El Ogro echa a El Viajero de la casa, dejándole en medio de una calle de putas y traficantes, sin dinero y sin nada, perdido en una ciudad extraña.

El Viajero llora de desconsuelo, pero sus lágrimas se quedan dentro.







(continuará)