I wish it could happen to me (1 de 6)



En la parada de Liceo, salen del metro El Viajero, cargado con una mochila gigante, y El Mentiroso, con una mochila más pequeña.

El Viajero es alguien de fuera, tal vez de algún lugar más primermundista que el nuestro. Tiene 20 años a lo sumo. No es un ángel, tampoco un demonio, pero podría llegar a ser ambas cosas. Está terminando su viaje. Pronto volverá a casa. Barcelona será su última parada. El Mentiroso es diez años mayor, autóctono, por ahora parece un tipo de fiar, es pequeño de estatura y hay algo hipnótico en su mirada, como la serpiente del Libro de la Selva. Se han conocido en el tren, viniendo de Francia.

El Mentiroso le explica su epifanía del “Espíritu del Rickshaw”:

Una vez, en un país asiático, al cruzar la frontera, corriendo hacia un autocar que partía inmediatamente y que debía coger si no quería pasar la noche a la intemperie, cogió un rickshaw para que le llevara más rápido. Allí sentado se fumó un cigarro con el conductor y se sintió más libre que nunca. El horizonte era virgen. Pero era el horizonte que él había escogido. Todo lo que le esperaba era esperanzador, aunque el futuro fuera desconocido él lo miraba sin un ápice de desconfianza. La libertad pura debe de ser algo así.

“You know what the secret is for a good traveller? The secret for never getting off the rickshaw? Never go back. –le dice El Mentiroso – A good traveller never goes back.”

El Mentiroso propone a El Viajero ir a tomar unas cervezas. Le invita a dormir en su casa, así se ahorrará los euros del hostal. Pero antes quiere sentarse en la Rambla del Raval a beber servesa-bier y fumar algún que otro canutillo. El Viajero ya se ha hecho casi toda Europa en tren, lleva poco más de un mes vagabundeando. Es su primer gran viaje en soledad. Ha pasado más tiempo venciendo sus miedos y su alienación que realmente disfrutando de ser errante. Pero tal vez ya haya aprendido a desenvolverse un poco mejor. Al principio del viaje no le era tan fácil establecer una conexión como alguien como El Mentiroso. Puede que El Mentiroso, que aún no sabemos que es un mentiroso, sea la prueba de que El Viajero ya se ha graduado como tal.

Desde la lejanía, sentado en un corro en el suelo de la Rambla del Raval, mientras el grupo de gente con el que El Mentiroso y él se han sentado habla con un latero, El Viajero ve por primera vez a La Redentora. Es una chica espigada y alegre.

A El Viajero, definitivamente, le gusta esta chica, pero piensa, al verla, que tal vez empiece a ser más feliz si entiende que hay mujeres que no están hechas para él, y La Redentora parece definitivamente una de ellas. También se fija en que lleva una camiseta de La Velvet Underground, más tarde ella le confesará que todas sus camisetas son de La Velvet Underground.

Al cerrar los bares, El Mentiroso lleva a El Viajero a su casa. Se disculpa porque vive en un sitio algo cochambroso, pero le confiesa no haber pasado una buena época con el tema hogar, los pisos cada vez están más caros en Barcelona. De hecho, antes de entrar le pide que le espere en la esquina, guardando las bolsas de ambos. El Mentiroso quiere ver si alguno de sus compañeros de piso está y avisarle de que va a llegar con alguien. “They’re special people” le avisa. Vuelve al rato y le dice que no hay nadie en casa y que podrán dormir tranquilos.

La casa del Mentiroso es un piso en la calle San Ramón o cercanías, más bien parece una casa okupada, no tanto por squatters como por gente buscavidas. No está limpia y tampoco parece haber muchas pertenencias. En todo caso hay colchones y la compañía del Mentiroso no deja de ser agradable, se echan unas risas antes de dormir. El Viajero se pregunta si algún día él abandonará todos esos pesos que le hacen la vida tan compleja y conseguirá ser tan ligero como su recién conocido amigo.

El Viajero se despierta zarandeado agresivamente por Un Ogro que parece un superviviente del ala más chunga del jevimetal, intoxicado sicóticamente por una dosis elevada de alcohol y cocaína. Al Ogro no le hace ninguna gracia descubrir este extraño durmiendo en su casa, le increpa en castellano, idioma que El Viajero no comprende, a lo que se le añade la sorpresa para este de descubrir que no queda nada del Mentiroso, ni de las pertenencias de ambos. Apenas puede descubrir, bajo la almohada, su pasaporte. Entre gritos, golpes e insultos, El Extranjero entiende que ha sido robado por El Mentiroso y que es persona non grata en esa casa.

El Ogro echa a El Viajero de la casa, dejándole en medio de una calle de putas y traficantes, sin dinero y sin nada, perdido en una ciudad extraña.

El Viajero llora de desconsuelo, pero sus lágrimas se quedan dentro.







(continuará)

2 comentarios:

Mr. K dijo...

Tremendo, Morales. Molt ben trobada la cosa del Rickshaw, la sensación esta de estar en movimiento con todas las posiblidades abiertas.
Y dices que ahora vendrán cinco capítulos más? Vivan los blog-seriales!

Marina Raurell dijo...

"La libertad pura" no existe.

Crec que si el Mentiroso no s'hagués dit el Mentiroso també haguéssim augurat un final de capítol així... 'Esto es el Bronx' que deia el senyor del APM.

Molt bo.