Ahora te podría contar cómo en los setenta intentaron asesinar a Bob Marley cuando éste ya era una gran estrella mundial, y cómo no volvió a actuar en Jamaica hasta que se organizó el One Love Peace Concert; y cómo en ese concierto Pete Tosh y Jacob Miller hicieron activismo a favor de legalizing the herb, y que en ese concierto Bob Marley logró que los dos líderes de los partidos políticos enemigos, que estaban prácticamente en medio de una guerra civil, se dieran las manos y prometieran buscar la unity. Y de cómo eso no sirvió de mucho, porque he who does not want to listen will never listen. Os lo podría contar, pero lo único que pienso es en Spike, llorando en el callejón, y en sus vinilos tirados sobre las baldosas de la calle.
Ark of the Covenant, de The Congos.
Kung Fu meets The Dragon, de Lee Perry.
My Computer’s acting strange, de The Robotiks.
Healing of the nation, de Zion Train.
Blackboard Jungle Dub, de Lee Perry también.
Showcase, de Aswad.
Dance Hall Style, de Horace Andy.
Guess who’s coming to dinner, de Black Uhuru.
Y lo único que debería hacer es volver a casa. I dormir la mona.
Pero no me preguntes cómo, he acabado delante del bar de la Barceloneta.
Y sí, Sarita está en la misma mesa en la que estaba ayer por la tarde. La puedo ver desde fuera.
Veo mi reflejo en el cristal. Soy un tío guapo.
Y entro. Pido un café y me siento con ella de nuevo.
Y, esperando que me regale una sonrisa cómo la que me regaló ayer por la tarde, una sonrisa igual, por favor, one as clean and pure, please, que estoy exhausto y creo que voy a romper a llorar de un momento a otro si no aprieto bien la lengua, le digo la primera tontería que me viene a la cabeza:
Desayuna conmigo.
Bonus Track: Playlist de Shen AQUÍ.
Desayuna con Sarita (cinco)
“Te voy a decir una cosa. No te lo vayas a tomar mal, ¿eh, Albert?, los tíos adoptados, al menos con los que yo he estado, tenéis una cosa en común: Sois todos muy apasionados.”
Definitivamente esta tía es gilipoyas.
Gracias, Clara, ahora no me va a saber mal hacer lo que tengo que hacer.
Espero a que se duerma y cojo lo siguiente: Un proyector de DVD, una cámara de video, el teléfono móvil, la Nespresso, y un IPad.
Sí. Ya lo sé. Pero ella tiene de sobras para volvérselo a comprar. Además, no lo valora. Y además me ha dado MDMA y yo soy menor de edad, y me ha dicho eso de que si soy adoptado y ese es un tema que a mi no me hace gracia que se toque así como así. Y además no tiene ni puta idea de dónde vivo. Y le dije que me llamo Albert, porque es bueno que uno siempre dé un nombre falso a la gente de la que no se fía, así que no sé cómo coño me va a encontrar. Y está ha sido la última opción, que lo he intentado todo antes de llegar hasta este extremo, i ja ho saps tu, Lord Almighty, you gotta do sum evil to do a lotta good. Y será mejor que salga ya de aquí porque creo que la pobre está a punto de despertarse.
Shahrukh no me responde al teléfono. Así que me dedico a tirarle piedrecitas a la ventana. Sí, tío, sí, ya sé que son las tres de la mañana, pero mira lo que te traigo, tito, mira lo que te traigo.
Cuando ve todo el matute sus ojos orientales se vuelven redondos como las tetas de Clara.
Quiero efectivo, Shahrukh, y lo quiero ahora.
Shahrukh me deja en medio de la calle, sólo, ara portarà la pastaca.
And I think I’m gonna light me another spliff.
Oh, Lord, I’ll make it up to you.
You know I will.
Shahrukh vuelve a tres caladas de acabarme el canuto. Me da el dinero y se saca los goterones de sudor de la frente. Yo le doy el tesoro.
Cuento los billetes.
Money, money, money. Root of all evil.
Ya lo tengo.
Por fin. Ya lo tengo.
Obadiah, Obadiah. Jah Jah sent us here to catch vampire.
El Kinderheim está lleno, como siempre. Natalia en la barra, sirviendo, y cuerpos y más cuerpos que se enganchan como ventosas, sudando, purgando, rotos. We have the chalice to light up Jah fire, When I and I catch them vampire. Spike ya ha dejado de pinchar, ahora está el niñato a los platos. I and I are gon' set them on fire.
No veo a Spike por ningún lado.
La puta que em va parir. He arribat tard.
Salgo corriendo del bar y corro por entre los callejones. Y creo oír la voz de Spike venir de una esquina. Y me acerco, y sí, ahí está, con su maleta de discos tirada en el suelo, siendo zarandeado por dos tipos con aspecto de ser del este, uno de ellos lleva una barra de hierro y está preparado para machacar y el otro tira a Spike al suelo y luego le gira la cara de una patada con sus cutres zapatillas SPORTSPORT incrustándose en su mandíbula.
Y me despierto con el creck de los dientes de Spike.
Tengo el dinero, digo. Tengo el dinero que os debe Spike.
Y los tipos del este me miran, y ahí es cuando yo me cago de verdad. Y veo a my main man Spike, tirado en el suelo, en posición fetal, no sé si se ha meado encima o no pero está rodeado de orines igualmente, descompuesto como el zombi de la televisión que veía mi hermano esta noche.
Tengo el dinero. Mirad el dinero.
El de la barra de hierro se acerca y me lo quita de las manos.
Mi mandíbula va a salir disparada sin que nadie la toque.
Spike sigue en el suelo, grumoso como un vómito.
El tipo de la barra de hierro asiente.
Claro. Tengo el dinero.
Los dos tipos se van, meando un poco más el territorio, sí, pero se van. Se van con mi dinero, pero a Spike parece que casi no le han tocado. Me siento a su lado, encima de los meados, y lo compruebo. No. Casi no le han tocado. Pero ahora le da por llorar. Me da las gracias y le da por llorar.
No me las des. Es la última vez.
“What?”
Spike, es la última vez.
“What do you mean la última vez, tío?”
A partir de ahora tú cuidas de tu culo y yo cuido del mío. No more partnership.
“What the fuck yer talking about?”
Over.
Over and done.
Este ha sido el último agujero que te tapo.
And you don’t owe me nothing, don’t worry about it.
Y Spike pasa del llanto al enfado y empieza a renegar en inglés y a decir que si yo también le estoy traicionando y luego vuelve al llanto porque supongo que es consciente de que ahora se habría quedado sin piernas si no hubiera sido por mi y yo lo veo clarísimo:
Hay algo mucho peor que ser un vampiro.
Ser un vampiro sin ser consciente de serlo.
Abandono a Spike en el callejón, recogiendo sus vinilos y me meto en el metro.
A true rasta man no go shop no bin shoppn', a true rastaman does not gamble. A true rastaman
does not play card pack. A true rastaman always humble.
Amanece y yo bajo tierra.
Definitivamente esta tía es gilipoyas.
Gracias, Clara, ahora no me va a saber mal hacer lo que tengo que hacer.
Espero a que se duerma y cojo lo siguiente: Un proyector de DVD, una cámara de video, el teléfono móvil, la Nespresso, y un IPad.
Sí. Ya lo sé. Pero ella tiene de sobras para volvérselo a comprar. Además, no lo valora. Y además me ha dado MDMA y yo soy menor de edad, y me ha dicho eso de que si soy adoptado y ese es un tema que a mi no me hace gracia que se toque así como así. Y además no tiene ni puta idea de dónde vivo. Y le dije que me llamo Albert, porque es bueno que uno siempre dé un nombre falso a la gente de la que no se fía, así que no sé cómo coño me va a encontrar. Y está ha sido la última opción, que lo he intentado todo antes de llegar hasta este extremo, i ja ho saps tu, Lord Almighty, you gotta do sum evil to do a lotta good. Y será mejor que salga ya de aquí porque creo que la pobre está a punto de despertarse.
Shahrukh no me responde al teléfono. Así que me dedico a tirarle piedrecitas a la ventana. Sí, tío, sí, ya sé que son las tres de la mañana, pero mira lo que te traigo, tito, mira lo que te traigo.
Cuando ve todo el matute sus ojos orientales se vuelven redondos como las tetas de Clara.
Quiero efectivo, Shahrukh, y lo quiero ahora.
Shahrukh me deja en medio de la calle, sólo, ara portarà la pastaca.
And I think I’m gonna light me another spliff.
Oh, Lord, I’ll make it up to you.
You know I will.
Shahrukh vuelve a tres caladas de acabarme el canuto. Me da el dinero y se saca los goterones de sudor de la frente. Yo le doy el tesoro.
Cuento los billetes.
Money, money, money. Root of all evil.
Ya lo tengo.
Por fin. Ya lo tengo.
Obadiah, Obadiah. Jah Jah sent us here to catch vampire.
El Kinderheim está lleno, como siempre. Natalia en la barra, sirviendo, y cuerpos y más cuerpos que se enganchan como ventosas, sudando, purgando, rotos. We have the chalice to light up Jah fire, When I and I catch them vampire. Spike ya ha dejado de pinchar, ahora está el niñato a los platos. I and I are gon' set them on fire.
No veo a Spike por ningún lado.
La puta que em va parir. He arribat tard.
Salgo corriendo del bar y corro por entre los callejones. Y creo oír la voz de Spike venir de una esquina. Y me acerco, y sí, ahí está, con su maleta de discos tirada en el suelo, siendo zarandeado por dos tipos con aspecto de ser del este, uno de ellos lleva una barra de hierro y está preparado para machacar y el otro tira a Spike al suelo y luego le gira la cara de una patada con sus cutres zapatillas SPORTSPORT incrustándose en su mandíbula.
Y me despierto con el creck de los dientes de Spike.
Tengo el dinero, digo. Tengo el dinero que os debe Spike.
Y los tipos del este me miran, y ahí es cuando yo me cago de verdad. Y veo a my main man Spike, tirado en el suelo, en posición fetal, no sé si se ha meado encima o no pero está rodeado de orines igualmente, descompuesto como el zombi de la televisión que veía mi hermano esta noche.
Tengo el dinero. Mirad el dinero.
El de la barra de hierro se acerca y me lo quita de las manos.
Mi mandíbula va a salir disparada sin que nadie la toque.
Spike sigue en el suelo, grumoso como un vómito.
El tipo de la barra de hierro asiente.
Claro. Tengo el dinero.
Los dos tipos se van, meando un poco más el territorio, sí, pero se van. Se van con mi dinero, pero a Spike parece que casi no le han tocado. Me siento a su lado, encima de los meados, y lo compruebo. No. Casi no le han tocado. Pero ahora le da por llorar. Me da las gracias y le da por llorar.
No me las des. Es la última vez.
“What?”
Spike, es la última vez.
“What do you mean la última vez, tío?”
A partir de ahora tú cuidas de tu culo y yo cuido del mío. No more partnership.
“What the fuck yer talking about?”
Over.
Over and done.
Este ha sido el último agujero que te tapo.
And you don’t owe me nothing, don’t worry about it.
Y Spike pasa del llanto al enfado y empieza a renegar en inglés y a decir que si yo también le estoy traicionando y luego vuelve al llanto porque supongo que es consciente de que ahora se habría quedado sin piernas si no hubiera sido por mi y yo lo veo clarísimo:
Hay algo mucho peor que ser un vampiro.
Ser un vampiro sin ser consciente de serlo.
Abandono a Spike en el callejón, recogiendo sus vinilos y me meto en el metro.
A true rasta man no go shop no bin shoppn', a true rastaman does not gamble. A true rastaman
does not play card pack. A true rastaman always humble.
Amanece y yo bajo tierra.
Desayuna con Sarita (cuatro)
Cuando Don Drummond toca el trombón es como si la lluvia cayera sobre tu cabeza y las ondas expansivas se multiplicaran dentro tuyo en color verde, violeta y naranja. Coge cualquier atisbo de melancolía de entre la arena de tus pulmones y lo obliga a volar y a bambolearse, a sacudirse el moho. Y sabes que everything is ready and steady. A Don Drummond se le considera uno de los cinco mejores trombonistas de la Historia, y no lo digo yo, lo decía George Shearing, el pianista de jazz, y era además, o principalmente, miembro fundador y creador del smashing sound de los Skatalites, la banda musical que sentó los cimientos de lo que iba a ser la revolución jamaicana que cambiaría la historia de la música del siglo XX as they knew it. Esto es antes de que Lee Perry y Bob Marley se conocieran, antes incluso de que sonara por primera vez lo que luego se vino a llamar Reggae. Esto es cuando aún se estaba creando el Ska como el embrión latente de un gigante que aún no es consciente de serlo.
Y cuando yo escucho a Don Drummond jo vull viure. Pase lo que pase. Cuando escucho a Don Drummond todas esas cadenas que me pesan no desaparecen pero se hacen invisibles y es en esos momentos en los que sólo quiero estar y disfrutar de tener suficientemente vida como para tener aún un poco de ritmo. Y está claro que nada ha llegado tan profundo a la conciencia como el roots, pero para llegar al enzarzado espiritual del dread primero hay que venir de la alegría de vivir ingenua y vital de un rude boy. Y eso es lo que era Don Drummond, un boy muy rude que seguía abiertamente a Rastafari en un temps d’un pais en el que eso aún estaba mal visto, y que tenía serios problemas mentales de psicosis y esquizofrenia. Pero que cuando tocaba el trombón lo petaba. Dinamita. Y por eso Tommy McCook le busca para formar parte de los Skatalites. Y se hacen famosos en cero coma y no paran de hacer bolos aquí y allí y, claro, Don Drummond es un ángel al trombón pero li falta un bull cuando se lo quitan. Y al final the shit hits the fan cuando el uno de Enero de 1965, después de un concierto de fin de año, que los fines de año ya sabemos que son muy malos para estas cosas, no se le ocurre nada mejor que hacer que meterle tres o cuatro puñaladas en el corazón a su mujer, la bailarina exótica Margarita Mahfood, para luego decir en comisaría que no, que esos tajos profundos en el pecho se los ha hecho ella misma, en un ataque de rabia.
A good ol’ Don le encierran en un manicomio y al poco tiempo muere. La versión oficial dice suicidio, la versión de la gente dice un padre paga para que venguen la muerte de su pobre hija a manos de un músico loco.
Pero cuando escucho a Don Drummond yo tengo ganas de bailar y de follar pero que muy muy a gusto.
Y no será por nada que más tarde sus viejos amigos de los Skatalites recordaran al maestro cantando eso de que Don Drummond was the man with the big trombone.
Toco el anillo anticonceptivo que Clara lleva dentro de su coño con la punta de mi polla. Se está mirando en el espejo, agachada, y luego mira mi reflejo, mientras la voy cabalgando algo poseído, o bastante, no me voy a engañar, bastante poseído.
Estoy de pie y tengo que ponerme de puntillas para metérsela bien broader than broadway. Ya hemos cogido el ritmo, do you remember the days of slavery, y me pierdo viendo el vaivén, o la falta de vaivén mejor dicho, de sus pechos perfectamente redondos como pequeñas pelotas de basket, oh, slavery days, pechos fuertes ajenos, a otra cosa, a otro ritmo, orgullosos. Sus piernas, delgadas y oscuras, com canyes de sucre moreno, abiertas y dobladas, temblorosas, y su coño jugoso y así con la boca como sorprendida. A su cara no la miro, porque no para de jadear y de decirme guarradas del palo “¿Así me follas tú? ¿eh?, ¿así me follas tú?” y así lo único que va a conseguir es que me corra antes de tiempo, así que vuelvo a mirar sus pechos de granito que son de por aquí lo que más me ayuda a concentrarme. La verdad es que había decidido no volver a ver a Clara, al menos no en esta postura, no porque no me guste ni me lo pase bien con ella, sino porque obviamente no la quiero, no siento nada destacable por ella más allá de que me ponga más que bruto, and I had come to the conclusion de que mi espíritu me estaba demandando dejar atrás este malgastar la energía sexual en encuentros con gente que en el fondo no me importan. Esta trampa de Babylon del sexo como un resorte de placer inmediato al que acudir siempre que te invade la frustración es más peligrosa de lo que parece. Nos hace esclavos. Y nos mata el alma. La energía sexual es algo demasiado poderoso, tratarla como un fast-food sólo te hace más vacío. Y además no hay vuelta atrás: Cada mala semilla que plantas es una zarza de la que luego tendrás que desenredarte. Por eso hace tanto tiempo que no puedo quedarme a dormir con ninguna de las chicas con las que follo. Y por eso había decidido que no iba a volver a ver a Clara. Y es probable que ella lo hubiera intuído, oh, slavery days, porque casi no había cerrado la puerta y ya me estaba poniendo un poco de MDMA en la boca, y de eso también me había decidido a alejarme, you know I’m serious about it, my lord, pero hoy me iba a venir bien para saltarme ciertos prejuicios y hacer lo que hoy tengo que hacer. Creo que voy a correrme. ¿Qué será, me pregunto, qué será en estos momentos de esa chica de sonrisa serena, Sarita y como debe ser, me pregunto también, hacerlo con una mujer que es inválida de cintura para abajo?
Y me corro.
Clara se estira entre las sábanas, está en el otro extremo de la cama, sólo nos tocamos con los dedos de los pies. Debe tener ya cuarenta. Podría perderme mirándola. No van a moverse ni de coña esas tetas. Creo que soy un tío guapo. La verdad es que sí. Entra un golpe de aire. Guay.
Soy un tío muy guapo.
Desayuna con Sarita (tres)
There’s a rat in me kitchen, what am I gonna do? There’s a rat in me kitchen, what am I gonna do?
Mi hermano conduce al ritmo de UB40 mientras esnifa some white powder del hueco donde nace el pulgar de su puño cerrado y me explica que cree que de este se podrá sacar una buena pastaca y yo le miro y, más que de donde vengo yo o de donde viene mi hermana, yo lo que me pregunto es de donde coño viene este tío que tengo a mi lado ahora mismo, porque llevo toda mi vida viviendo con él y aún me da miedo en momentos como este y you best believe que esos genes que le componen no pueden ser normales y hay un brillo en sus ojos que yo sólo he reconocido en un fotograma, que tuve que poner en pause el DVD y todo de lo mucho que me recordaba, de La Semilla del Diablo.
-¿La pasta la debes tú o la debe el pringado de Spike?
La pasta es pasta.
-La pasta es LA pasta.
I’m gonna fix that rat.
No me jodas, Martí, he aprendido mucho con Spike.
-Eso salta a la vista.
Y sí.
Es verdad.
He aprendido mucho con Spike.
La verdad es que sí, joder.
Sí.
He aprendido mucho con Spike.
De historia de la música, de cómo funciona el bisnes, de quién hizo qué y cómo...
...pero sobre todo he aprendido con Spike que la música negra es la voz de los que no tienen voz.
Y si olvidas eso es que no has entendido nada de nada.
-¿No te lo ha dicho ninguna de tus amigas?
?
-...que cuando sólo eras un raperillo chungo tenías más gracia, eras más gracioso...
?
-...más gracioso que ahora que estás hecho un talibán.
Martí alarga el puño y me ofrece un poco de farlopa.
Vale.
Vale. Un poco. Sólo un poco.
I’m gonna fix that rat. That’s what I’m gonna do. I’m gonna fix that rat.
Martí saluda con convincente compasión a una chavala visiblemente yonki o ex-yonki que llora desconsolada, a poco han venido a llevarse el cadáver, la casa es de un viejo, tenía que ser viejo, un piso pequeño, un ático en el Raval, bastante limpio, no repleto de cosas pero algo es algo, yo me hago mi croquis breve, my full story, la yonki o ex-yonki tiene como treintaypocos como mucho, el viejo la debía acoger aquí, por las fotos veo que había vida en común, pero el viejo era muy viejo, joder, ni follar debían, me acuerdo del abuelo y lo que me decía: “tu carda ara tot el que puguis”, collons amb el iaio, “tu carda ara que quan tinguis la meva edat tuturú pà amb tomàquet”, y yo tenía siete años, ja veus, así que la yonki o ex-yonki le debía hacer compañía, al viejo, lo mismo hasta estaban casados, pero por lo que comenta aún no ha venido la familia, la otra familia, así que nos tenemos que dar prisa, nos acompaña el vecino, que es el que nos ha llamado, al que mi hermano le hace un gesto de complicidad mientras consuela a la yonki o ex-yonki y así el vecino marcha y nos deja hacer nuestro trabajo pero por un comentario que ella le hace a mi hermano entiendo que ella también está al corriente de la verdadera naturaleza de lo que hemos venido a hacer aquí y que ella también querrá su parte y entonces entiendo que, aunque está sinceramente afectada por la muerte de su sugar-love-daddy no deja de ser una dona ben pràctica y para ella sacarse un dinero extra no va a ser más que una especie de herencia y mejor sacárselo por su cuenta que tener que compartirlo con el resto de la familia del viejo que seguramente la consideran poco más que una aprovechada, por no decir que le llamen puta a sus espaldas o directamente en la cara, que seguramente lo es, porque no nos olvidemos que por mucho que llore ahora esta mujer es yonki o ex-yonki y eso es así and there’s not much nothing else to it.
Así que mi hermano y yo vaciamos el piso y cargamos la furgo.
Cuando miro a mi hermano pasearse por entre los rincones poniendo sus zarpas por entre recuerdos ajenos, olfateándolos, escudriñándolos y no viendo en ellos nada que no sea traducible en sumas y restas, nada que implique algo emocional, familiar, como un jabalí que arranca matorrales buscando olerle las bragas a tu hermana, en ese momento, ese momento breve que se me expande como un chicle because of the realization wich I have been struck with, entiendo muchas cosas.
Pero no sé cómo coño explicarlas.
El hecho es que sí, efectivamente, entre una cosa y otra, lo sabía, al cerrar la puerta de atrás de la furgoneta y terminar las cuentas, el dinero que mi hermano Judas me pasa es menos de lo que esperaba, y mucho menos de lo que necesito.
-Dos horas de trabajo, tete, yo no me quejaría.
La yonki o la ex-yonki se mete en la casa y sigue llorando. Oh, no, I and I, yo no me quejo.
-¿Te acerco a algún lado?
No. Creo que quiero un poco de aire fresco, y en esto que mi hermano ya está llamando a sus socios anticuarios a los que venderles la fruta fresca.
Jah Rastafari, tu entens, oi, que you got to do sum wrong to do a lotta right, no?
M’entens?
Y el coche de la que debe de ser la otra familia del viejo llega a la vez que la furgoneta de mi hermano desaparece.
Y yo me voy contando el dinero mentalmente y lo que aún me falta y me siento tan rata como mi hermano y encima me da asco el sabor amargo del cielo de la boca y el bum-bum-bum-bum-bum-bum-bum que te da la puta cocaine y me acuerdo de la chica de la silla de ruedas y la sonrisa en el bar, y entonces me viene a la cabeza el SMS...
Dnde andas?
...y entiendo que si son no son ni las dos de la mañana aún estoy a tiempo pero antes...
Tu m’entens, oi, God of all livin’ things, Ruler of Heaven and Earth?
...antes I’m gonna light me a good ol’ spliff.
Doy una buena calada.
Respondo con otro SMS:
Ando xa tu ksa. Si?
La respuesta tarda lo que tarda una segunda calada:
;-)
Desayuna con Sarita (dos)
Zombies sin estómago hambrientos que engullen vísceras que se les caen de entre sus propias vísceras. Mi hermano, que ya empieza a ser ancho, mira la televisión con una lata de cerveza entre los dedos y mi hermana hace queseyó en su cuarto, la mama terminando de cocinar y el papa al despatx, aixecant el pais. Son las diez de la noche y con lo que le he vendido a la chica de la sonrisa del bar de la Barceloneta no tengo ni para empezar. My cup is running over. Los zombies del televisor desmiembran a un malo cuya cabeza, ahora separada de su torso, no deja de gritar.
A finales de los sesenta, Lee Perry ya había inventado el reggae, ya le había dado la patada a sus dos productores, primero a Coxsone Dodd y luego a Joe Gibbs, y ya había formado su legendaria banda The Upsetters y con ellos incluso había dejado la isla para girar durante seis semanas por los UK, la primera gira internacional de una banda de reggae jamaicana, and that’s the truth, Ruth, le había comprado también a Prince Buster un local en el 36 de Charles Street y es allí donde abrió su Upsetter Record Shop y desde donde era el puto amo de la ciudad, y era allí, en esa tienda, en el Upsetter Record Shop, donde aparecía de vez en cuando un joven rude boy, un xitxarel.lo, que cantaba y respondía al nombre de Bob Marley.
Ahora, Bob Marley ya había tenido cierto éxito con Pete Tosh y Bunny Wailer, ¿no?, con The Wailers, pero aún le faltaba algo para redondear su sonido, y estaba al loro de que los Upsetters habían triunfado en Europa. The Wailers era un trío vocal, The Upsetters se la burlaban con sus instrumentales y además tenien la mosca darrera la orella porque el bueno de Lee les estaba sirlando la pasta: Así pues, la ecuación era obvia, obvia como la punta de una zapatilla SPORTSPORT sobre una mandíbula, if you’re following my flow, Wailers y Upsetters debían juntarse. Pero Bob no pidió permiso a Lee Perry para crear esa unión.
Cuando Perry descubrió que sus músicos estaban grabando con Bob Marley se le fue, que ya sabemos que a Lee Perry siempre se le fue, but he got mad, real mad, man, así que fue a buscarle se dice que to loco con ganas de abrirle la cabeza como a un coco. Pero cuando se encontraron, en vez de discutir, Bob le confesó que, joder, había ido a por sus músicos por que necesitaba crecer artísticamente, ¿no?, anímicamente, porque su taza creativa se estaba desbordando y ya no sabía qué hacer. My cup is running over, and I don’t know and I don’t know what to do, yeah. Lee concluyó que el verdadero problema de Bob es que este estaba bajo el dominio de un espíritu demoníaco, un duppy, que estaba amenazando su enorme potencial. Había que vencer a ese duppy. Así que le escribió la canción Duppy Conqueror. Así que los dos, Bob Marley y Lee Perry, empezaron a trabajar juntos y juntos cambiaron la historia del reggae y de la música en general, y es así que Bob Marley se convirtió en una estrella y un faro para todos los sedientos de espíritu en todo el mundo.
Escudella amb cigrons, trinxat, bacallà i un iogur del poble amb melmelada de gerds hecha a mano por ma mare. Estamos todos en la mesa, y está claro que aquí a casa se come gloria bendita God bless Lord Almighty, pero mon pare vuelve que no para con lo de que ya tengo edad para cortarme el pelo y que si parezco la Beth cuando estaba en Operación Triunfo, y no me gusta que me comparen con una puta punani, lo siento, y vuelve con lo de que me ponga a trabajar con mi hermana en las oficinas y esto jode cualquier comida, aunque salga de las manos benditas de mi buena madre, y mi hermana resopla y miro al tete y sigue comiendo ciego y sordo, see no evil hear no evil speak no evil. Pero lo peor del caso es que pensaba pedirle prestado lo que me queda al papa pero obviamente con estas vibas yo no ataco que gat escaldat d’aigua freda fuig.
Así que asalto a la Joana, mi hermana, en medio de la cocina y se lo pido. Sí, ya sé que es mucha pasta, pero le prometo devolvérsela, seré rápido, de veras, amb una setmana o dues t’ho torno, t’ho prometo. Y me pregunta que para qué lo quiero y si me he metido en algún lío, y yo le digo que paso de explicarlo ahora que todo está sucediendo just as we speak, pero que estic bé, de veritat, estic bé, estic molt bé, de fet potser estic millor que mai. Peró necessito aquests diners, and then I will be ready and steady per començar tot de nou un altre cop.
“No et suelto ni un duro si no m’expliques per qué ho vols.”
Vale. És per una moguda que tinc amb l’Spike.
Joana me mira desde el otro hemisferio del planeta durante un par de glaciaciones y luego quiebra el silencio con algo que no entiendo muy bien alrededor de los conceptos de “pagar la culpa”, “aprofitar el que un creu que és un estigma” y, claro está, “l’amor”. El resumen es que no me va a dar ni un duro. Y así me deja sólo en la cocina, y no tengo mucho más que hacer aparte de darle un nuevo lametazo a la melmelada de gerds.
Y en esto se asoma Martí mi hermano con su barriga creciente y me hace la pregunta retórica de si necesito dinero.
¿Tragan lefa las actrices porno?
El Martí se ríe y yo veo al mismísimo Satanàs.
“Ponte la chaqueta-me dice-, he tenido un chivatazo”
Desayuna con Sarita (uno)
La punta de una cutre zapatilla SPORTSPORT está a media uña de incrustarse contra la mandíbula de mi viejo and beloved partner y lo único en lo que puedo pensar en este puto momento, me cago en la hostia, es en que lo siento pero no podría sudarme más la polla. Y de paso la mandíbula de mi so much respected main man me lleva a la sonriente y, no tengo por qué negarlo, besable mandíbula de esa chica en silla de ruedas con la que he hecho negocios esta tarde, o quizás fue hace un año, en un bar en La Barceloneta.
Y me despierto con el creck de los dientes de Spike.
Yo llevaba una bolsa golosa de hierba, no muy brillante, pero daba el pego, mi última cosecha de mi jardincillo de interior, y Scratch, el italiano rasta que siempre decía eso de “A mi no gusta chica de Apolo, a mi gusta chica Luz de Gas”, no estaba en Barcelona pero me puso en contacto con ella, con Sarita, atentos al nombre, porque me dijo que hacer tratos con Sarita es como hacer tratos con él, y si es a nivel de precio pues me iba cojonudo, pero como el parecido fuera tener que aguantarle la chapa como le aguanto a él cada vez que tengo que pasar por el cada vez más tocacojones trance por el que me hace pasar cada vez que tengo que verle, pues me cago en la puta porque no sé si es una buena idea, ahora que lo pienso, no sé qué coño hago aquí, haciendo negocios con alguien que hace negocios con el cuervo de Scratch, ¿no?
Pues no. Porque al entrar en el bar suena algo de Ryan Leslie y pasa algo tan curioso como que lo que a priori sería tan de chiste como esos videoclips de, precisamente, Ryan Leslie, en el que se mete en una limusina con un pedazo de pava del quince, a beauty de eses perfectas envuelta en silk lingerie, y sabes lo cutre que en el fondo es escuchar eso y caer en esa trampa babilónica cuando lo único que tienes tú, pobre de ti, es una bici anoréxica a la que algún vecino patea todas las noches en las que eres lo suficientemente perro como para no subirla a dormir contigo en casa, y son esas mentiras, bien lo sabes tú, las que han hecho de Occidente un imperio decadente que se está resquebrajando bajo nuestros pies, pero ese sueño opiáceo, esos mismos cantos de sirena se hacen realidad en el momento en que, sonando esa canción que te digo de Ryan Leslie, from this time on let’s make a deal, I’ll stay true and you’ll keep it real, caminas hacia Sarita, la chica de la que te habló Scratch, a la que no conoces de nada pero a la que ya viste, al entrar, sonriendo y pensando en que, bueno, no sería mala idea que te estuviera sonriendo a ti en vez de a ese viejo sin dientes anoréxico como tu bicicleta que está sentado en la mesa de al lado de Sarita; y es en ese momento, de esqueleto a bicicleta a silla de ruedas en el que descubres que Sarita va en silla de ruedas, don’t be shy ‘bout how you feel, y es preciosa. Don’t be shy, oh, oh. Joder. Es lo que hay. Sí. Vale. Ella es preciosa.
Le paso la bolsa. Me da el dinero. Estamos en un rincón y las tías del bar no nos ven, y cuando nos ven la saludan con complicidad, ya sean la dueña o la curranta. A mí no me sonríe. Me da conversación y yo esquivo la marea como puedo, apenas sé qué estoy diciendo, porque es ella la que me pregunta a mí, pero yo no sé qué respondo, me interesa más el repicar de sus dedos sobre la mesa, siguiendo el ritmo de la música a ras como un bisturí. Podría decirse que su boca está conectada a sus dedos y esta vibra, ey, levemente, casi como la sombra de una vela, al mismo compás. Tac, tac, tic, tac, tic, tac, tac.
Cuento el dinero. Esto es importante. Cuento el dinero.
Y debo irme, aunque no quiera, porque ella no me predica con su ignorancia como Scratch, y ya me gustaría a mi que estuviera tan necesitada de atención como él, que en todos estos escasos minutos ella no me ha sonreído como antes hizo al viejo. Pero, atención, que justo cuando estoy a punto de perder el contacto visual con ella para el resto de mi vida ella me dice que está aquí, en el bar, todo el día, de mañana a tarde, y parece que me regala un pequeño esbozo de lo que podría ser, sí, joder, sí, hostia, sí, creo que sí, de lo que es, hostia, sí, de lo que es su sonrisa.
Una sonrisa con paz, cómoda, agusto. Lo suficiente como para ser generosa. La sonrisa de una mujer que está contenta con lo que tiene y que piensa defenderlo con uñas y dientes.
Y aparto la mirada y quiero creer, sí, ¿no?, tengo ganas de creer que esa ha sido una entrada.
Y un mensaje de móvil pasa totalmente de pantalla en mis pensamientos:
Dnde andas?
Y un número que no está en mi agenda, pero que localizo de memoria. A playboy, if you heard the news, I could be with other fine girl instead of you.
Me pongo los cascos y me hundo en un asiento del metro. Pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up.
Anochece y yo bajo tierra.
Y me despierto con el creck de los dientes de Spike.
Yo llevaba una bolsa golosa de hierba, no muy brillante, pero daba el pego, mi última cosecha de mi jardincillo de interior, y Scratch, el italiano rasta que siempre decía eso de “A mi no gusta chica de Apolo, a mi gusta chica Luz de Gas”, no estaba en Barcelona pero me puso en contacto con ella, con Sarita, atentos al nombre, porque me dijo que hacer tratos con Sarita es como hacer tratos con él, y si es a nivel de precio pues me iba cojonudo, pero como el parecido fuera tener que aguantarle la chapa como le aguanto a él cada vez que tengo que pasar por el cada vez más tocacojones trance por el que me hace pasar cada vez que tengo que verle, pues me cago en la puta porque no sé si es una buena idea, ahora que lo pienso, no sé qué coño hago aquí, haciendo negocios con alguien que hace negocios con el cuervo de Scratch, ¿no?
Pues no. Porque al entrar en el bar suena algo de Ryan Leslie y pasa algo tan curioso como que lo que a priori sería tan de chiste como esos videoclips de, precisamente, Ryan Leslie, en el que se mete en una limusina con un pedazo de pava del quince, a beauty de eses perfectas envuelta en silk lingerie, y sabes lo cutre que en el fondo es escuchar eso y caer en esa trampa babilónica cuando lo único que tienes tú, pobre de ti, es una bici anoréxica a la que algún vecino patea todas las noches en las que eres lo suficientemente perro como para no subirla a dormir contigo en casa, y son esas mentiras, bien lo sabes tú, las que han hecho de Occidente un imperio decadente que se está resquebrajando bajo nuestros pies, pero ese sueño opiáceo, esos mismos cantos de sirena se hacen realidad en el momento en que, sonando esa canción que te digo de Ryan Leslie, from this time on let’s make a deal, I’ll stay true and you’ll keep it real, caminas hacia Sarita, la chica de la que te habló Scratch, a la que no conoces de nada pero a la que ya viste, al entrar, sonriendo y pensando en que, bueno, no sería mala idea que te estuviera sonriendo a ti en vez de a ese viejo sin dientes anoréxico como tu bicicleta que está sentado en la mesa de al lado de Sarita; y es en ese momento, de esqueleto a bicicleta a silla de ruedas en el que descubres que Sarita va en silla de ruedas, don’t be shy ‘bout how you feel, y es preciosa. Don’t be shy, oh, oh. Joder. Es lo que hay. Sí. Vale. Ella es preciosa.
Le paso la bolsa. Me da el dinero. Estamos en un rincón y las tías del bar no nos ven, y cuando nos ven la saludan con complicidad, ya sean la dueña o la curranta. A mí no me sonríe. Me da conversación y yo esquivo la marea como puedo, apenas sé qué estoy diciendo, porque es ella la que me pregunta a mí, pero yo no sé qué respondo, me interesa más el repicar de sus dedos sobre la mesa, siguiendo el ritmo de la música a ras como un bisturí. Podría decirse que su boca está conectada a sus dedos y esta vibra, ey, levemente, casi como la sombra de una vela, al mismo compás. Tac, tac, tic, tac, tic, tac, tac.
Cuento el dinero. Esto es importante. Cuento el dinero.
Y debo irme, aunque no quiera, porque ella no me predica con su ignorancia como Scratch, y ya me gustaría a mi que estuviera tan necesitada de atención como él, que en todos estos escasos minutos ella no me ha sonreído como antes hizo al viejo. Pero, atención, que justo cuando estoy a punto de perder el contacto visual con ella para el resto de mi vida ella me dice que está aquí, en el bar, todo el día, de mañana a tarde, y parece que me regala un pequeño esbozo de lo que podría ser, sí, joder, sí, hostia, sí, creo que sí, de lo que es, hostia, sí, de lo que es su sonrisa.
Una sonrisa con paz, cómoda, agusto. Lo suficiente como para ser generosa. La sonrisa de una mujer que está contenta con lo que tiene y que piensa defenderlo con uñas y dientes.
Y aparto la mirada y quiero creer, sí, ¿no?, tengo ganas de creer que esa ha sido una entrada.
Y un mensaje de móvil pasa totalmente de pantalla en mis pensamientos:
Dnde andas?
Y un número que no está en mi agenda, pero que localizo de memoria. A playboy, if you heard the news, I could be with other fine girl instead of you.
Me pongo los cascos y me hundo en un asiento del metro. Pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up, pull up.
Anochece y yo bajo tierra.
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