Desperado

A veces apetece hacer el ejercicio de coger un viejo texto, desvestirlo y vestirlo de nuevo.




Es luna llena. Y es enorme. Grandiosa. Preciosa. ¿Yo? Borracha ya.

Me había acostumbrado a las Coronitas. Las Coronitas me gustan. Bastante. Pero luego descubrí la Desperado. Prácticamente igual, ¿no? Es cerveza de esa clara, no sé, cerveza blanca, cerveza suave … Pero la Desperado además tiene un algo de tequila.

Triunfazo.

A mí me gustaba antes tomar Coronita y luego Tequila, pasar de una a otra, ¿no? Primero una, luego otra, Coronita, Tequila, Coronita, Tequila... Ahora con la Desperado mato dos pájaros de un tiro.

Desperado, mi cerveza.



Una chica de la compañía me contaba que, a sus cuarenta ya, lo único que sigue haciendo a veces y que no ha dejado de hacer desde que es una cria porque le sale así es bailar sola y mirarse al espejo. Y eso es lo que yo estoy haciendo: Estoy bailando sola y mirándome al espejo. Guillaume no aparece desde ayer por la noche. Me fui a cenar con la gente, la gente de la compañía, y cuando volví a casa, bien pronto que era, él ya no estaba.

Antes eso me jodía. Desaparecía y yo de los nervios. Sola. Vacía. Muy mierda.

Ahora, quiero decir hoy, no es que me dé igual. No. Es que, mira, hoy le doy las gracias. Hoy, de puta madre. Sola. Nadie. Me he hecho la comida primero, muy pronto, un poco de seitán estofado y una crema de calabacín. Un secreto, el jengibre. Importantísimo. Luego me he fumado un cigarro, una peli de asesinos y abogados en la tele... Sólo un cigarro en todo el día. En la primera tanda de anuncios yo ya me he dormido. Me despierto, dos horillas, y me toco un rato. Muy buena paja. Excelente. Ni me ducho ni me lavo el coño y me pongo a beber. A beber y a bailar mirándome en el espejo. Y cómo ya es de noche, como el día ya ha acabado, también me he puesto a fumar. Y esta luna.

Oigo abrirse la puerta. Entra Guillaume. Viene con un chaval. El chaval sonríe, incómodo, veintitantos, ojos saltones... Bueno, no tiene los ojos saltones, pero debería tenerlos saltones, es el típico chaval que debería tener los ojos saltones. Pero no los tiene. Guillaume me lo presenta, me dice el nombre pero lo olvido justo en el momento en que me lo dice, porque estoy pensando en eso de los ojos, ¿no? Por la manera en como me lo presenta lo comprendo.

Pereza enorme.

Guillaume me da a entender que esto lo habíamos hablado, que habíamos concertado esta noche. Yo no lo recuerdo. Yo no sé... Pero es posible que me haya olvidado, tal vez. Meterme en la cama, es lo único que me apetece ahora. Pero Guillaume y el chaval de boca tensa que no tiene los ojos saltones se hacen unas rayas en la mesa del comedor y yo miro por la ventana y veo como el viento mueve los árboles de enfrente y se puede escuchar a los adolescentes punkis que se encuentran y gruñen y algún subnormal ha pintado una esvástica en la pared de la calle de enfrente y las gaviotas vuelan bajo y gritan y Guillaume pone The XX en Spotify, The XX pone (pon-chim-pom-chim-pon-chim-pón), the XX, él y el chaval de la boca tensa siguen hablando y me ofrecen una de las rayas y yo pues digo, me digo “¿por qué no?” y abro tres cervezas más, una para cada, y las reparto y como que decido que no, que no me voy a ir a la cama aún. Yo le digo a Guillaume con los ojos, porque se lo digo con los ojos, yo le digo, se lo digo, que debería haberme avisado, como mínimo un whatsapp, una llamada. Me responde, él con los ojos también, con los ojos, que si quiero yo ellos dos se marchan y ya está y lo dejamos aquí. Me vuelvo a ver reflejada en el cristal de la ventana. Me siento guapa, hostias. Yo soy guapa. Soy una tía guapa.



Guillaume se levanta y se sienta a mi lado. Me quita la botella de cerveza y empieza a besarme. El chaval de boca tensa está en el sofá y nos mira con sus ojos que no son saltones. Guillaume me levanta la camiseta y mis tetas salen al exterior y Guillaume me las toca. Guillaume sabe tocarme las tetas. Baja la mano hasta mi coño y con la otra llama al chaval de la boca tensa, que se sienta a su lado y se empiezan a besar.

Se empiezan a besar.

Recuerdo cuando al poco de conocerle, a Guillaume, digo, nos liamos con su amigo Patrice, sí, Patrice. Aquella vez fue la primera vez que lo hicimos con otra persona y, con diferencia, fue la más divertida. Potente. Estábamos en un hotel en Toulouse, habíamos ido a pasar unos días aprovechando un bolo, nos habíamos metido un poco de cristal y habíamos subido en pelotas por el hotel a la piscina que había en la terraza y nos tiramos y nos pegamos un buen chapuzón. Noche, invierno, agua helada. A ver quien aguantaba más. El cuerpo de Patrice, pelirrojo, lleno de pecas por todos lados. De la piscina nos fuimos corriendo otra vez de vuelta a la habitación, una ducha, los tres. Cachonda. Follamos los tres en la ducha. Follamos muy
bien. Excelente. Luego a la cama.

Un momento me aparto del juego y me siento en la repisa de la ventana, frio, yo satisfecha. Patrice penetra a Guillaume.

Patrice penetra a Guillaume.

Me gusta.

Apenas llevaba dos meses con Guillaume, no le conocía mucho, pero ya me entregaba yo. Vicioso, loco. Me pone. Me da miedo. Cuerpo grande, seco, fuerte, nervio. Protección. Hostias. Una vez un tío me tocó el culo en una fiesta y, Guillaume, a hostias. Como de otra época. Me hablaba de la guerra. Foto antigua. Con una pipa. Y estaba ahí delante. Patrice, pelirrojo, reventándole el culo. Guillaume, abierto. Yo, manchada del semen de los dos. ¿Qué iba a hacer? Me dio la risa.

Pero, ¿por qué me reía?

Estaba a gusto. No era el cristal, no, que también, es que estaba a gusto.



Patrice sí que tenía los ojos saltones, el chaval de la boca tensa no. Guillaume le masturba mientras me come el coño. Patrice ya no está. Patrice es otra historia. En Spotify, The XX. Mi coño, cerrado. Me quiero levantar. Quiero otra Desperado. Escenas ni de coña. Pero me quiero levantar. Me levanto. Señal gráfica: Me enciendo un cigarro. El tercero de la noche, el cuarto del día. Calada. No les miro. La señal es muy gráfica. Me voy al lavabo. Guillaume dice algo, pero yo estoy entrando en el lavabo, cerrando la puerta del lavabo, dentro del lavabo con la puerta cerrada y cierro el pestillo de la puerta del lavabo. Otra calada. No he cogido la Desperado que quería coger. Me miro en el espejo. Estoy muy guapa. Soy muy guapa.

Afuera, Guillaume habla con el chaval de la boca tensa que no tiene los ojos saltones y no entiendo lo que dicen pero Guillaume, sus pies, los pies de Guillaume acompañan al otro y le llevan a la puerta y la puerta se cierra y luego hay un silencio.

Calada.

Patadas en la puerta. Guillaume grita. Ridículo. Ira. Enfado. Cocaina. Soledad. Guillaume grita. Última calada. Abro el paso del agua de la bañera. Guillaume golpea la puerta. Golpea. Y Golpea y golpea y golpea. Que abra. Me está gritando que abra. Yo sé lo que va a pasar cuando abra. Yo sé lo que va a pasar. Tú lo sabes. Podría no abrir nunca la puerta. Si no abro la puerta pasará mañana o pasará de aquí unas horas.

Si abro la puerta ahora pasará ahora y nos lo quitaremos de encima ahora.

Así que abro la puerta.

Y Guillaume deja de golpear la puerta y me golpea a mi. Dos pasos para atrás. El paso del agua de la bañera sigue abierto. Me duele la nariz.

No me sale sangre.

Guillaume no está.

Creo que ha vuelto al salón.

Sólo un puñetazo.

Sólo me ha pegado un puñetazo.



Voy al salón y le veo haciéndose una raya y no me ve y cojo el palo de la fregona y este es el momento y me siento feliz porque lo levanto con fuerza y con fuerza lo dejo caer sobre su espalda y el palo suena bien fuerte al chocar contra su espalda y Guillaume cae al suelo y se gira y luego se levanta rápidamente y yo estoy quieta, con el palo en la mano, y lo suelto, lo suelto casi para que él lo coja, y él lo coge y me empuja, y caigo, y me golpea con el palo una vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez. Y no me golpea más.

Y me vuelve a dar con el palo de nuevo, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez.

El paso del agua de la bañera sigue abierto.

La puerta se cierra.

Guillaume ha salido, creo que Guillaume ha salido.

Sí.

Guillaume ha salido.

Con un movimiento de cuello, sólo un movimiento, muy pequeño, me veo reflejada en el espejo.

Soy muy guapa.

Quiero otra Desperado.

Desperado es mi cerveza.


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