Dos, tres, minutos de retraso...

“A lo que acabamos de asistir ahora mismo es a un claro caso, diáfano, ejemplar, de una enfermedad contemporánea de la cual ninguno de nosotros, ninguno, ninguno en absoluto, puede declararse a salvo. (pausa larga) Se trata, los más avispados ya sabreis a qué me vengo a referir, de la falta de compromiso. De la falta de compromiso con el bien común, con la sociedad, con la gente, con los demás… Pero sobre todo con nosotros mismos. La falta de compromiso con uno mismo. Que es, en el fondo, a lo único a lo que nos podemos asir. (pausa) Es una palabra fuera de moda, ¿no? “Compromiso”. Es un concepto devaluado. Un valor arcaico. No es una palabra que suela aparecer en los panfletos que todos leemos para pasar el rato, ¿verdad? Me parece que no descubro nada, no me van a dar ningún premio Nobel, si os digo que vivimos tiempos difíciles para el compromiso. (pausa) Hoy ha sido nuestro compañero el que no ha estado a la altura de su palabra dada; pero, y eso de ninguna manera le exime de responsabilidad, no, digo que ese es un virus del que hace mucho tiempo todos estamos afectados. (pausa) “Compromiso”. (pausa) Nuestro compañero tenía un compromiso. Y no ha podido asumirlo. Como también nos pasa a nosotros, su cabeza estaba sumida en tantas distracciones, tantas puertas entreabiertas, que no ha sabido priorizar, no ha sabido colocar, por encima de cualquier tipo de pasatiempo, su primer y último deber para con la comunidad, para consigo mismo. Debía hacer acto de presencia en una hora señalada, una hora concreta, fijada por todos nosotros; y eso, esa minucia, ese pequeño detalle, aparentemente anecdótico, pero esencial, le ha venido grande. (pausa) ¿Y por qué para mi que venga o no venga a la hora estipulada se convierte en un detalle esencial? (pausa) Porque en el momento en el que nos obliga a nosotros, que hemos cumplido con nuestro deber, que hemos hecho lo que debíamos hacer, en el momento en el que nos obliga a esperarle dos, tres minutos, la cantidad es lo de menos, lo importante es el valor simbólico, y somos suficientemente maduros como para ya haber aprendido que en el símbolo es donde reside la verdad absoluta de las cosas, pues en el momento en que nos hace esperar dos o tres minutos, y nos roba de nuestro tiempo, de nuestra vida, esos dos o tres minutos, a nosotros, que vivimos en los mismos tiempos confusos que él, que debemos hacer el esfuerzo cada dia, cada hora, de apartar las banalidades de nuestra mente y focalizar, y recordar nuestra verdadera obligación, pues en el momento en que nos los roba, esos dos, tres minutos, en ese momento, en ese mismo momento, nuestro compañero está actuando como si fuera él más importante que nosotros. (pausa) Como si su tiempo pesara más en la balanza de la vida que el nuestro. (pausa) Y en el momento, y es aquí donde quiero ir a parar, en el momento en que él considera que su tiempo, su vida, se situa por encima de la nuestra, no solo nos está faltando el respeto(“respeto”, otra palabra anacrónica, en desuso, pero de eso ya hablaremos en otro momento) pues en el momento en el que él actúa, más allá de sus pensamientos y sus creencias, porque no creo que tenga que convencer a nadie de que los actos son la verdadera definición de una persona y no sus pensamientos o sus creencias, eso no es algo que vaya a argumentar aquí, no lo veo necesario, pues en el momento, iba diciendo, en que él actúa como si su tiempo, su vida, estuviera por encima de la nuestra en el fondo, y él lo sabe, no nos está faltando tanto el respeto a nosotros como a si mismo. Y sé que sabeis bien a lo que me refiero. (pausa) No solo porque la valía de una persona se mide por el valor de su palabra. Y una persona que falla a su palabra, que dice: “Sí. Acepto mi compromiso de llegar a las diez de la mañana al lugar estipulado.” Y se permite el lujo de aparecer dos, tres, minutos tarde, ha traicionado su bien más preciado, ha traicionado lo que le sostiene como persona, lo que le diferencia de un animal. Pero insisto en que no es unicamente por eso. Eso es lo de menos. Eso es anecdótico. La gravedad del asunto, lo que quiero que comprendamos todos, lo que es necesario que asumamos y se merece esta reflexión, se merece que le dediquemos un tiempo, y que presteis atención total a lo que aquí acaba de acontecer, la gravedad del asunto reside en que alguien que actúa como si su tiempo fuera más valioso que el tiempo de sus iguales, de seres humanos como él, es alguien que no le tiene respeto al ser humano. (pausa) Al ser humano. (pausa) Lo cual es paradójico, porque nuestro compañero es un ser humano. Quiera o no, sea su vocación ser un ser humano o ser otra cosa, un ser animal, un ser mineral, tanto da, porque Dios ya lo ha decidido: Dios le ha hecho un ser humano. No tiene otra opción. (pausa) Así que si nuestro compañero no valora al ser humano es que no se valora a si mismo. (pausa) Y si no nos valoramos a nosotros mismos, entonces tenemos un serio problema. (pausa larga) Esto es todo. (pausa larga) Esto es todo lo que quería que comprendieseis. (pausa) Ahora ya podemos hacer lo que hemos venido aquí a hacer.”



Feliz 2008, Cacamoscas.

6 comentarios:

Audrey dijo...

¡¡Me ha encantado!! yo odio a las personas impuntuales, las que creen que tu tiempo es menos importante que el suyo... no lo soporto, yo que para eso soy de un británico que da asco... en fins ¡¡FELIZ AÑO A TOD@S!!

Victoria De Segundo dijo...

siento el retraso, me he dormido...

Enric Rodriguez dijo...

Feliz año.

Tienes un e-mail.

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Prisamata dijo...

Audrey, yo soy un eterno tardón. Pero pienso como tú. De nuevo, conflicto entre la ética y la realidad.

Enric, te echamos de menos en Cadaquès. Feliz año, Cacamosca.

Estrellita Mutante dijo...

Feliz año 2008 cacamosca!

Anónimo dijo...

Hola Prisamata, Cacamosca o Iván!
¿Te has parado a pensar alguna vez que el reloj y sus dibujitos interiores, que pretenden dividir el tiempo en porciones divisibles a su vez, y que nos repartimos entre los seres humanos, no es más que un invento? ¿Y que como invento es sólo útil al sistema en el que estamos inmersos? Si economizamos tiempo, si somos eficientes, si algun desalmado impuntual no nos hace perder tiempo, entonces seremos más productivos. Porque se trata de eso. ¡Ay! yo tiraría todos, absolutamentte todos los relojes a la basura y seguro que seríamos más felices!
Besos.